Editorial de L’Hora: El círculo vicioso
Publicado por Raimon Obiols | 8 Mayo, 2013
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Los gobiernos de Madrid y Barcelona repiten, un día sí y otro también, los mismos clichés. De hecho abusan tanto, que antes de leer los discursos y declaraciones de unos y otros ya conocemos el contenido. Sabemos que van a decir antes de que abran la boca.
Esta rutina persistente responde a las posiciones defensivas de los dos gobiernos: subsistir, ganar tiempo como sea… Esto lleva a la parálisis de la que hablaba Joan Subirats en un artículo reciente: “Es sorprendente la falta de respuestas institucionales a la tremenda situación que atravesamos. Todo parece hundirse, y los mensajes oficiales muestran a una élite paralizada. Un conjunto de dirigentes, tanto en la Generalitat como la Administración General del Estado (…) recorren de manera reactiva y defensiva a viejas fórmulas o, peor aún, se refugian en tics autoritarios o salidas estrictamente ideológicas.”
Entretanto, prosigue una gravísima crisis económica, social, política y moral. Probablemente estamos situados, de hecho, en el primer capítulo de una crisis de sistema y, como suele suceder en estas circunstancias, se producen en la sociedad unos fenómenos aparentemente contradictorios. Por un lado, se instauran reflejos conservadores, de miedo al futuro, y por otro, se abren previsiones y expectativas que tienden a perder el contacto con la realidad.
Después del 11-S de 2012, la hipótesis de la independencia se situó en primer plano en Cataluña. Fue alentada a conveniencia por el gobierno de CiU, con todos los medios a su disposición (“La Vanguardia” incluida). Un Estado catalán, nos dijo, era no sólo un objetivo plausible sino perfectamente al alcance; bastaría con seguir el camino trazado por el Presidente-Mesías. Después, la Unión Europea acogería el nuevo Estado con los brazos abiertos y, a continuación, se produciría en Cataluña el milagro de la multiplicación de los panes y los peces.
Las elecciones del 25-N, y loque ha sucedido después, han mostrado que las cosas eran mucho más complicadas. La coalición gobernante en Cataluña no ha podido ocultar las dudas y divergencias que le provoca el hecho de encontrarse aculada en el callejón sin salida en que ella misma se ha metido. Ahora duda visiblemente entre hacer una huida hacia delante, hacia una confrontación arriesgada, o bien hacer un viraje moderado (sin tener tampoco, en este terreno, unos objetivos mínimamente claros).
El camino independentista topa con obstáculos que aparecen insuperables, en España y en Europa. “El clamor independentista catalán provoca inquietud en Europa como ha reconocido el propio presidente de la Generalitat”, ha escrito Jordi Barbeta, “porque plantea una cuestión de soberanía en un momento en que la soberanía o, mejor dicho, las soberanías nacionales, son el gran obstáculo para resolver la crisis y normalizar definitivamente la Unión Europea como ente depositario de legitimidad política“. El camino más moderado y posibilista tampoco tiene un trazado concreto, aunque cada vez se alzan más voces reclamando-lo en los sectores económicos y sociales que tradicionalmente apoyaban a CiU, y también dentro de la propia coalición.
En este momento, ninguna de estas dos opciones tiene unos objetivos realizables. La primera (la huida adelante hacia una eventual proclamación unilateral de independencia) sería, como ha escrito Enric Company, “para cualquier observador que mantenga fría la cabeza”, “una aventura abocada a un fracaso perfectamente previsible”. En cuanto a la segunda, ni es clara la agenda ni hay ninguna perspectiva de una negociación significativa entre los dos gobiernos, que mantienen una relación cada vez más deteriorada y opaca, con escasas reuniones secretas. La consecuencia es la parálisis de la situación, precariamente compensada por la gesticulación retórica y la propaganda.
Todo esto se produce en un contexto en el que, en España, las consecuencias sociales y políticas de la crisis, la propia acción del gobierno del PP y la multiplicación escalofriante de los casos de corrupción, han ido creando una situación objetivamente desastrosa. No es exagerado afirmar que se han erosionado sustancialmente los fundamentos básicos de la cohesión social y de la confianza ciudadana en las instituciones. Se ha creado un estado de crispación creciente de las opiniones públicas, y en Cataluña plana en el ambiente la perspectiva no sólo de una gran frustración colectiva, sino señales de una incipiente división interior. Los silbidos al presidente Mas en el Trofeo Godó ya la Feria de Abril no son anécdotas.
En esta situación estamos. Los dos gobiernos aparecen paralizados, instalados en las habituales recriminaciones recíprocas, las denuncias y quejas repetidas; reiterando los mismos estereotipos, las mismas expresiones hechas, las mismas fórmulas genéricas. Incluso los mismos silencios, matices y sobreentendidos. Otro día, año empuja, pensarán… Pero las consecuencias actuales y futuras de esta situación son muy peligrosas.
Ultra la parálisis, los gobiernos de Barcelona y Madrid tienen otras cosas en común: comparten unas mismas políticas de desmantelamiento del Estado del bienestar; están afectados por casos gravísimos de corrupción, y se han ido instalando en unas estrategias sin salida, de las que temen, con razón, acabar siendo víctimas. Por eso creen que las tácticas de confrontación les pueden proporcionar excusas, camuflajes para tapar la realidad y vías de escape y supervivencia.
El grave problema es que las tácticas y gesticulaciones de unos y otros, en vez de abrir perspectivas y dirigir soluciones, las van haciendo cada vez más difíciles. Generan un círculo vicioso casi perfecto.
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Una entrevista en el semanario El Temps
Publicado por Raimon Obiols | 6 Mayo, 2013
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A raíz de la publicación de mi libro “El mínim que es pot dir ”, la revista El Temps me ha publicado esta entrevista, realizada por Alex Millan:
¿Por qué unas memorias políticas?
-Llega un momento en la vida que tienes ganas de recapitular, de hacer un balance. Otro motivo que quizás ha pesado más es el revisionismo histórico actual del nacionalismo español neofranquista, por una parte, y también del nacionalismo conservador en Cataluña. Entre unos y otros han ahogado mucho la visibilidad de la realidad del pasado. Hay una serie de personajes que intento reivindicar porque están muy silenciados. Ya lo decía George Orwell: “Quien controla el pasado, controla el futuro, y los que controlan el presente, controlan el pasado”. Contra esto he querido reaccionar.
¿Quién reivindicáis, sobre todo?
-Los que me han interesado más son los que llamo “invisibles”, los que durante la dictadura de Franco hicieron política activa contra la dictadura y fueron políticos -término que hoy está muy deteriorado. Me parece que su memoria es útil para la tarea indispensable de limpiar y validar de nuevo la acción colectiva. Son miles de personas en toda Cataluña, en los barrios de las grandes ciudades y en las comarcas, que hicieron todo lo que pudieron y pagaron un precio elevado para conseguir la transición democrática y las libertades. Luego están las personalidades de la izquierda y la gente del movimiento democrático unitario en Cataluña. Porque la Transición, que ahora se vuelve a considerar, en Cataluña tuvo un carácter diferente del resto del estado. Por un factor fundamental: aquí construimos la unidad de todas las fuerzas democráticas -primero, de las fuerzas políticas- con la Coordinadora de Fuerzas Políticas de Cataluña, de la que salió la iniciativa de hacer una unidad más amplia que reuniera el movimiento asociativo, comarcal, sectores profesionales y sindicatos, todo lo que fue la Asamblea de Cataluña, que fue una experiencia fabulosa y llena -desde mi punto de vista- de pistas de futuro.
-Puede poner un ejemplo concreto?
-Joan Cornudella, por ejemplo, que es el gran olvidado de la historia de Cataluña bajo la dictadura de Franco y la Transición. Este hombre fue secretario general de Estado Catalán durante la guerra civil, entró en Cataluña -y la gente joven debe darse cuenta de lo que esto significaba en ese momento- el mes de agosto de 1940 en la clandestinidad; entró y salió de la cárcel en muchas ocasiones; encabezó el Frente Nacional de Cataluña… Y, con ellos, con la Izquierda Republicana, liderada por Josep Andreu Abelló; con el PSUC, donde había Antoni Gutiérrez Díaz, José Solé y Barberá, Miguel Núñez, etc., con los democristianos, y con los socialistas del Movimiento Socialista de Cataluña hicimos este movimiento de unidad que, lamentablemente, no se consiguió en el resto del estado.
-Decíais que hay que reivindicar unos políticos porque ahora el concepto de política se ha deteriorado. ¿Cuáles son las razones de este deterioro?
-Hay varios factores. El factor estructural más fuerte es que el margen de acción de la política democrática y de sus instituciones ante un capitalismo que se ha globalizado es reducido. En Europa esto lleva a una conclusión: que las respuestas deben ser de ámbito europeo. Sólo en Europa hay la masa crítica suficiente para desarrollar políticas que puedan imponer la voluntad democrática y los intereses de las personas por encima de la voluntad de los mercados financieros y los intereses de las oligarquías, del dinero. Pero esto cuesta hacerlo. Además, naturalmente hay una crisis o una transición hacia una nueva situación que genera un enorme sufrimiento social en términos de desempleo, en términos de falta de perspectivas para la juventud, en términos de aumento de las desigualdades sociales. Y esto trae una cierta exasperación o indignación. Hay también -no debemos ser ingenuos- el intento de nuestros adversarios, la gente del mundo de los privilegios y del dinero, de imponer un determinado modelo ultraliberal que tiene como uno de sus elementos precisamente un discurso contra la política, el discurso de la antipolítica. En este panorama la distancia entre los grupos políticos y el conjunto de los ciudadanos ha tendido a aumentar. El reclutamiento del personal político en los partidos ha sufrido esta situación y ha interferido también un fenómeno gravísimo, que es el fenómeno de la corrupción, que ha alimentado aún más la desconfianza y la distancia. La corrupción es liberticida. La corrupción mata las libertades.
-La izquierda tiene parte de culpa?
-Las izquierdas tienen, en general, poca mano izquierda, y la tendencia a dividirse y atacarse. Esto ha sido un gran problema para el siglo XX y deberíamos tratar de hacer frente con planteamientos más abiertos y más unitarios. Este problema de las divisiones es un problema real en todos los ámbitos, no sólo en lo estrictamente político y partidario, sino también en el de los movimientos sociales, alternativos, etc.
-Uno de estos movimientos, el de los indignados lanzan las críticas más duras contra los políticos.
-Stephane Hessel decía algo muy importante -cito literalmente porque me impresionó-: “Pasar de las palabras a la realidad es evidentemente muy difícil”. Las palabras son importantísimas, la denuncia es importantísima… Ahora supone que te viene alguien y te dice que, con lo que cuesta un portaaviones de la US Navy, se podría escolarizar a toda la población infantil de Bangladesh; con lo que cuesta todo el armamento nuclear del mundo, se podría hacer que toda el hambre del mundo se acabara y que toda la población escolarizada de África tuviera no únicamente enseñanza primaria sino también secundaria. Naturalmente, el 99 por ciento estamos a favor de firmar esto. El problema es realizarlo. Pero firmando no se cambia la realidad. El cambio se produce en el terreno de los hechos concretos. Este es el reto fundamental que hay que plantearse todos. Si sólo denunciamos la realidad, la realidad no se modificará. Debemos denunciarla pero debemos incidir sobre ella. Yo creo que esto tenderá a producirse. En este sentido es muy interesante lo que está pasando en Italia.
-Con el partido de Grillo?
-Esta expresión política y electoral de los humillados, los indignados, los ofendidos por la corrupción y por una casta política autorreferencial y a menudo corrupta. Sería un error criticar esto como un populismo porque es un fenómeno mucho más complejo y, según como vayan las cosas, mucho más fecundo para reformular y revitalizar una alternativa de cambios reales y concretos en el país. Pero esto, naturalmente, depende también de la interrelación entre los grupos políticos que están en las instituciones y los movimientos que están en la sociedad. Si esta interrelación es fructífera, entonces la evolución será positiva. Si, por el contrario, se producen fracturas y confrontaciones, y se deterioran las situaciones hacia un marco caótico de ingobernabilidad y falta de perspectivas, entonces habremos hecho -como se dice vulgarmente- un pan como unas tortas. Este es el reto que nos interpela. También desde esta perspectiva, el pasado nos da lecciones, positivas y negativas.
-Hacer memoria sirve, a veces, para relativizar o hacer autocrítica. Escribir estas memorias os ha hecho cambiar de opinión sobre algún hecho pasado?
-Sí, pero no por el hecho estricto de escribir el libro. Yo llevo muchos años de actividad política y, naturalmente, siempre vas revisando tus planteamientos. A veces trato de imaginarme una conversación entre yo, a mi edad, y yo a los 17 años, que es cuando empecé mi actividad política, y yo, a mi edad, no bajaría los ojos. He tratado, y me parece que he conseguido, mantenerme fiel a unos determinados valores y unas determinadas visiones de futuro. He estado políticamente monógamo, siempre dentro del campo del socialismo-algunos dicen socialismo democrático, pero a mí me parece redundante, para mí, el socialismo es siempre democrático.
Ahora, naturalmente, sí he aprendido una cosa, que comentábamos antes: la realidad es muy dura, es muy compleja y muy difícil de modificar.Cuando eres joven, eres más partidario de las líneas rectas, los objetivos inmediatos, eres más impaciente. Y está muy bien que sea así, porque es la energía social que genera toda posibilidad de progreso. Después ves que la realidad es compleja, pero a mí eso no me ha llevado a la claudicación y a la resignación, más bien al realismo: he llegado a la conclusión de que la traición a las realidades puede tener consecuencias tan negativas como la traición a los principios . Esto, para mí es importante: puedes afirmar los principios, levantar la voz y, si te limitas estrictamente a la gesticulación y la retórica, estás produciendo consecuencias negativas. Si traicionas los valores, también, naturalmente. Tanto una traición como otra deben ser evitadas.
-Decís, sobre las elecciones de 1977, las primeras en Cortes Españolas, que, si el PSC y el PSOE se hubieran presentado por separado, quizás habrían sacado más votos.
-Sí, pero habríamos producido algo nefasto en la sociedad catalana, que es una división no sólo en nuestro campo ideológico y político, sino en el campo social, por razones de origen, identidad y lengua. Me parece que uno de los elementos más importantes que hemos aportado ha sido justamente nuestra contribución a la unidad civil y la cohesión social del pueblo de Cataluña.
-Cree que esta separación de PSOE y PSC se puede dar ahora, teniendo en cuenta que ha habido votaciones diferenciadas de ambos partidos en el Congreso?
-En primer lugar, no es la primera vez que se ha producido esta votación diferenciada. Había pasado anteriormente. Segundo: a pesar de ser importante, desde el punto de vista de la reafirmación del carácter soberano y nacional del socialismo catalán, no nos debe llevar a conclusiones precipitadas. En Cataluña, la unidad civil sigue siendo un reto mayúsculo. Yo lo tengo delante de casa. Después del 11 de septiembre, en la fachada de enfrente aparecieron tres banderas catalanas, una bandera española y una estelada en el ático. Mi primera reacción fue hacerme dos preguntas: ¿qué se dicen estos vecinos cuando se encuentran en el ascensor? Y la segunda, que interpela a nuestro partido pero también la sociedad catalana, es si algunos de los que pusieron banderas diferentes habían sido electores socialistas.
-Qué opináis?
-Que es posible. Las políticas identitaristas, de explotación de los sentimientos de identidad, son material inflamable. Deben tratarse con mucho cuidado.
-¿Veis peligro de fractura?
-Me refiero a datos empíricos. El aumento de Ciudadanos es un hecho. Y, en general, todo el viaje a Ítaca es un viaje que se está produciendo con cierta confusión. Es lo mínimo que se puede decir. Reuniones secretas, imprecisión muy grande sobre el contenido y el calendario de una eventual consulta al pueblo de Cataluña, y esto crea un gran desconcierto. Pero soy muy reacio a comentar esta situación porque enseguida se me responde que hacemos el discurso del miedo. No se trata de eso, se trata de hacer el discurso de la realidad.
-Pero erais partidario del derecho a decidir.
-Yo no he cambiado nunca de opinión sobre esto. Siempre he sido explícitamente partidario del derecho a la autodeterminación del pueblo de Cataluña.
-En el libro comenta la larga entrevista que Ernest Lluch concedió al periodista Marçal Sintes reproducida en Qué piensa Ernest Lluch (Dèria, 2001). Cuando Sintes le pregunta si no cree que el resultado de un referéndum sobre la independencia de Cataluña sería sorprendentemente favorable al sí, en Lluch dice que esta es la tesis del botón de Raimon Obiols. La desea explicar?
-Es una convicción mía, que expresé a Ernest, a Maragall y a Felipe González en una reunión a principios de los ochenta: si hubiera un botón que los ciudadanos de Cataluña- fuera cual fuera su simpatía política, sus raíces o su lengua -pudieran votar sin consecuencias negativas, sin hostilidades- por una Cataluña plenamente libre, la mayoría apretaría áquel botón. ¿Cuál es el problema? Que éste no existe. Esta es mi tesis.
-Y las hostilidades son previsibles?
-A usted que le parece? Cataluña se quedó sin estado… El general De Gaulle decía “la Catalogne c’est un Portugal mal Reusser”, Cataluña es un Portugal que no tuvo éxito. Es como el juego de las sillas musicales de los niños: dan vueltas alrededor de las sillas y un niño se queda sin silla. Esta es la realidad. Durante muchos años Cataluña ha reaccionado ante esta realidad. Y ha reaccionado de una manera altamente positiva. Ha sido un pueblo resiliente, no sólo resistente. Ahora los terapeutas usan esta palabra cuando un enfermo sufre un handicap y destaca en otros aspectos justamente por la existencia de este handicap. Cataluña ha dado unos resultados muy buenos en los terrenos de la creatividad, el impulso económico, el desarrollo de una sociedad convivencial y liberal-en el sentido amplio del término. Haga usted el tour mediterráneo y encuentre otro caso que se pueda aproximar a la exitosa catalana sin estado. Justamente por este factor de resiliencia.
-El handicap de Cataluña es no tener estado.
-Y eso es lo que nos ha hecho sobresalir. Esto no quiere decir que, si tuviéramos estado, no habríamos sobresalido. No lo sé. Pero es una hipótesis que ya veremos en un futuro. También veo que todo el mundo imagina una serie de estructuras para un porvenir del pueblo de Cataluña que no son estrictamente las estructuras de los viejos estados. Por ejemplo, muy pocos hablan de un ejército catalán. Se trata de imaginar una estructura más ligera, más apretón en España -y creo también que en un estado nación como España, que se debe reformular muy drásticamente en los próximos años. Ya lo veremos. Mientras tanto, insisto en que es necesario un diálogo sereno hacia una mayor claridad de perspectivas estratégicas sin mesianismos, sin instrumentalizaciones y sin cálculos; con una verdadera voluntad de contribuir a un futuro mejor para nuestro país.
-Como se mira Europa este proceso iniciado en Cataluña?
-En Europa, tenemos que hacer más amigos. Y para hacer más amigos, debemos explicar qué queremos con la máxima claridad posible. Naturalmente, en los estados y los gobiernos de los estados, el surgimiento de nuevos estados en Europa occidental no se ve con simpatía; se ve con preocupación. Esto quiere decir que en los próximos años -estamos en un proceso que no será rápido-debemos tratar de desarrollar una política que sea eficiente en este terreno.
-Se ha de instalar una especie de diplomacia en Europa?
-Sin mimetismos y sin radicalidades, con naturalidad y de la manera más plural posible, porque la causa de un país o un pueblo no se puede identificar nunca con la causa de un partido determinado. Si se hace con estas características hay mucho camino a recorrer. Mucho.
-Cuando decís que “tenemos que hacer más amigos” hay que interpretar que su horizonte es culminar este proceso?
-Hombre, creo que los estados nación en Europa están en crisis y en transformación. Por tanto, existe la perspectiva estratégica de una Europa de los Pueblos. Pero esto es un proceso histórico, no un proceso de un año para otro. Y l0 hemos de recurrir de la manera más inteligente posible. Naturalmente, desde mi punto de vista, desde un enfoque sinceramente europeísta, federalista, por tanto, por que Europa está también en crisis -como sus estados- y esta crisis puede acabar bien o mal. Las crisis son oportunidades de futuro pero pueden dar lugar a situaciones peores. Si hay una reacción frente a la Europa de la austeridad ultraliberal, si hay una reacción a favor de un amplio frente de la izquierda y el centro-izquierda con capacidad de hacer mayorías en el Parlamento Europeo, eventualmente a través de los Estados en el Consejo Europeo, las cosas irán de otra manera que será mejor. Pero no está escrito que sea así. Nuevamente la receta debe ser fruto de la apertura, el pluralismo y el diálogo. Esto no puede ser obra de unos cuantos iluminados con la verdad absoluta.
-Mirado en perspectiva, cree que debería haber tenido estrategias diferentes para ganar Pujol en unas elecciones?
-Yo tuve los mismos diputados en el Parlamento de Cataluña que tenía Maragall cuando fue elegido presidente de la Generalitat, y unos cuantos más que los que tuvo su sucesor. En este sentido no soy autocrítico. Las circunstancias eran otras.
-CiU tenía más diputados todavía.
-Naturalmente. Yo fui candidato en un momento en que la hegemonía del pujolismo era muy grande, un momento especialmente marcado por el asunto de Banca Catalana, por el golpe de estado del 23-F de 1981 y sus consecuencias en forma de LOAPA …
-La LOAPA seguramente también favoreció CiU.
-Y la crisis de Banca Catalana que cuento con pelos y señales. Ahora el asunto de Banca Catalana es peccata minuta en comparación con los escándalos que se han producido en los bancos y en el campo de la política. Pero en Cataluña siempre se repite el intento de exonerar responsabilidades sobre la base de la identificación simbólica con el país. Son temas delicados que han hecho un gran daño a Cataluña y que deberíamos ser capaces de corregir. Ahora hay, ante la energía social que apareció con mucha pujanza el 11 de septiembre, intentos de desestabilizar, provocar y dividir desde los poderes españoles. Uno de ellos es levantar la alfombra. Bajo alfombra debería estar todo limpio, para ir bien.
Lamentablemente, la situación no es la misma. Esto quiere decir que hay una doble responsabilidad: la del nacionalismo español, que trata de dividir y de provocar, pero también la responsabilidad de las élites políticas y económicas de Cataluña, que presenta un balance -desde el escándalo penoso del Palacio de la Música hasta muchos otros- que nos perjudican mucho.
-Incluso han salido casos en que unos partidos políticos espían a los demás y todos desconfía de todos.
-Yo estuve una temporada en la Modelo de Barcelona. En ese momento había una distinción clara entre los presos políticos y los comunes. Allí descubrí que todos los inquilinos eran inocentes; no sólo eran inocentes sino que eran víctimas. El uno era víctima de la obsesión de un policía que la odiaba y lo persiguió hasta encarcelarlo, el otro, víctima de un socio que se quería quedarse con todo el dinero y lo había enviado a la prisión. Todo el mundo era inocente, y no sólo inocente: era víctima de los demás. Cada vez que abro el diario, ahora tengo un pensamiento para aquellos inocentes de la cárcel Modelo.
El único que me confesó que era culpable era el que me afeitaba, que era un muchacho muy joven que me contó que su padre llegaba cada tarde a casa borracho y pegaba a su madre. Cada día. Y un día le estrelló una botella en la cabeza. Lo abracé porque consideré que era el único inocente que había en la cárcel.
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Editorial de L’Hora: Evitar el “austericidio”
Publicado por Raimon Obiols | 25 Abril, 2013
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Hace pocos días, el presidente de la Comisión europea, José Manuel Barroso, hizo unos comentarios ante los periodistas que merecieron atención:
“Sé que hay algunos consejeros tecnocráticos que nos dicen que el modelo (de austeridad) es perfecto para responder a la situación, pero cuando les pedimos como implementarlo, nos responden diciendo este no es mi trabajo” (…) “Necesitamos una política que sea acertada, de acuerdo. Pero también necesitamos tener… aceptación, política y social .
Algunos hablaron de metida de pata de Barroso, y recordaron un viejo dicho de los círculos políticos de Washington: “La definición de metida de pata es decir la verdad por error”.
Pero el presidente de la Comisión no hizo sino responder al aire del tiempo.Los abogados europeos de la austeridad a ultranza topan con una oposición creciente, no sólo de las opiniones públicas sino de los expertos y de los gobiernos de la UE, que en número creciente piden más tiempo para alcanzar los mandatos de reducción del déficit, y reclaman un giro hacia políticas de estímulo al crecimiento y de creación de empleo.
Ya no son únicamente los países del Sur, en situación catastrófica, quienes hacen esta reclamación, sino algunos del “núcleo” del euro (Francia y los Países Bajos), donde el efecto políticamente destructivo de la austeridad se hace sentir también dramáticamente. En Francia, por ejemplo, el porcentaje de aprobación de Hollande ha bajado por debajo del 30%.
En Italia, el propuesto jefe de gobierno, Enrico Letta, envió, en su primera declaración pública, un mensaje a Bruselas y a Berlín: “La política de austeridad en Europa ya no es suficiente”. Suponiendo que consiga hacer gobierno, no quiere tener el fin de Mario Monti, estrujado en las urnas.
Algunos gobiernos reaccionan – tímidamente – contra el “austericidio”.También lo han hecho el FMI y la administración norteamericana. Barroso se ha añadido a esta demanda de rectificación, aunque en términos eufemísticos. La cuestión es qué dará de sí este debate.
Si no lleva a nada y la recesión perdura, los efectos sociales serán terribles y las consecuencias políticas serán espectaculares. Los datos de la realidad en curso, que son desoladoras (tanto en términos de desempleo, desigualdad y pobreza, como macroeconómicos y presupuestarios) generan un círculo vicioso y crean un auténtico callejón sin salida, si no hay una reacción de inteligencia inteligencia elemental.
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Las cifras de las “Quirinarie” de Beppe Grillo
Publicado por Raimon Obiols | 23 Abril, 2013
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Después de hacerse rogar durante varios días (una semana, exactamente), el Movimiento 5 Stelle de Beppe Grillo ha hecho públicas las cifras de la votación que organizaron en Internet para escoger candidato/a a la presidencia de la República italiana. Como es sabido, estas“Quirinarie” tuvieron un amplísimo eco en los medios italianos e internacionales.
El 15 de abril, los 48.292 inscritos en el M5S fueron llamados a participar. Lo hicieron 28.518 (el 59% de los inscritos), que votaron así:
- Gabanelli Milena Jole: 5.796
- Strada Luigi detto Gino: 4.938
- Rodotà Stefano: 4.677
- Zagrebelsky Gustavo: 4.335
- Imposimato Ferdinando: 2.476
- Bonino Emma: 2.200
- Caselli Gian Carlo: 1.761
- Prodi Romano: 1.394
- Fo Dario: 941
Tras las renuncias de Milena Gabanelli (una periodista muy popular; como un Jordi Évole femenino, para entendernos) y de Gino Strada, Stefano Rodotà aceptó la candidatura. En el Parlamento, Rodotà obtuvo sucesivamente 240, 230, 250, 213, 210, 217 votos, siendo el número de parlamentarios del M5S de 163.
Dos comentarios que a primera vista pueden parecer contradictorios:
1 / A Rodotà, que conozco bastante bien, yo la habría votado, llegado el caso;
2 / Pero obtuvo 4.677 votos en estas “Quirinarie”, que han sido ampliamente presentadas como “la voz del pueblo” o como un paradigma de democracia directa o participativa.
Si lo trasladamos a la medida de Cataluña y no fallan los cálculos, esto serían, en nuestra casa, 581 votos.
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El discurso de Napolitano
Publicado por Raimon Obiols | 23 Abril, 2013
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Vale la pena leer con atención el discurso de Giorgio Napolitano después de ser elegido de nuevo presidente de la República italiana. Además de reñir en términos severísimos a los parlamentarios, hizo una serie de reflexiones interesantes.
Me han interesado especialmente las relativas al “Movimiento 5 Stelle” encabezado por Beppe Grillo y, más en general, al papel político de las redes sociales.
Refiriéndose al M5S, Napolitano dijo lo siguiente:
“Aprecio el compromiso de este movimiento, ampliamente premiado por el cuerpo electoral como nuevo actor político y parlamentario que ha mostrado la voluntad de comprometerse a la Cámara de Diputados y el Senado, ganándose el peso y la influencia que les corresponde: el del camino fecundo, aunque sea áspero, de la dialéctica democrática, y no de la incierta y desviada vía de la contraposición entre la calle y el Parlamento “.
Hizo también un comentario interesante sobre el papel político de las redes sociales:
“Tampoco puede, por otra parte, existir y dar frutos una contraposición entre la Red y las formas de organización política que históricamente existen desde hace más de un siglo, es decir los partidos. La Red proporciona un acceso espléndido a la política, posibilidades inéditas de expresión individual y de intervención política, y también estímulos a la agregación y manifestación de consensos y desacuerdos. Pero no hay participación realmente democrática, representativa y eficaz para la formación de las decisiones públicas sin el trámite de partidos capaces de renovarse o de movimientos políticos organizados, todos ellos vinculados al imperativo constitucional del ‘método democrático “.
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Un editorial de L’Hora: Cataluña, balance de etapa
Publicado por Raimon Obiols | 17 Abril, 2013
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Que en Cataluña la situación actual es de confusión es de una evidencia aplastante. De momento, el “viaje a Ítaca” del presidente Mas se hace a tientas, en la oscuridad de reuniones secretas, entre una niebla espesa sobre las condiciones, el contenido y el calendario de una futura consulta, y en medio de una serie de declaraciones contradictorias del Gobierno de CiU.
“Con tanta ducha escocesa no hay manera de aclararse”, leemos hoy en el diario Ara. En esta situación, no es extraño que se vaya extendiendo una atmósfera de creciente desconcierto, en un marco general de crisis imbricadas: económica, política, social, de modelo de estado, de sostenibilidad financiera del autogobierno, de proyecto europeo. Todo esto genera malestar, inquietud, temores y exasperación.
En este panorama, algunas cosas parecen claras. En Madrid, el gobierno de la derecha reclama una España unida, pero parece querer sin los catalanes y sabiendo que el choque con el independentismo le favorece. Juega la carta de la división, la provocación y la presión, sabiendo que tiene la llave de la tesorería de la Generalidad. En Cataluña, los que creían que el presidente Mas tenía un plan se van abriendo los ojos y el pacto de CiU con ERC se muestra tan ambiguo e inseguro que no se pueden descartar elecciones anticipadas.
Es una situación llena de riesgos. Hay uno que hay que evitar como sea: el de un desenlace humillante, que vierta a una gran frustración. En Italia, esta deriva hacia la ingobernabilidad caótica está produciendo. En nuestro país, el gran movimiento popular del pasado 11-S podría desembocar también, si no hay una reacción contundente, en una situación de divisiones múltiples, ingobernabilidad y fragmentación.
Debemos evitar un escenario de este tipo. Las energías sociales no pueden verse abocadas a un horizonte de disputas exaltadas y turbulencias. Sólo será posible pasar de la actual etapa de confusión a una nueva etapa de oportunidades si se acumulan fuerzas y se crea un nuevo momento unitario en Cataluña. Y esto sólo será posible si no se ignoran las estratificaciones, desigualdades y complejidades de nuestro país, si se preserva la unidad civil y la cohesión social de Cataluña, si se combate de manera implacable la corrupción política y financiera, y si se hace un gran esfuerzo de concreción y claridad, de unidad, de respeto y también de realismo. En la hora presente, la traición a la realidad puede ser tan pésima en sus efectos como la traición a los valores.
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Jordi Font: Lo mínimo que se puede decir sobre “El mínim que es pot dir”
Publicado por Raimon Obiols | 9 Abril, 2013
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“El mínim que es pot dir” es el nombre del libro de memorias políticas de Raimon Obiols que acaba de publicar la editorial RBA. Es también una frase hecha que permite dos interpretaciones antagónicas: que el autor reseña el mínimo que le ha parecido conveniente, de entre todo lo que se puede decir, o bien que, consciente de la envergadura de algunas de las cosas que dice, se apresura a parar el golpe diciendo “es lo mínimo que se puede decir”. Me inclino más por la segunda que por la primera. En cualquier caso, se puede afirmar que Obiols no se queda nada importante en el buche. Que hace un loable esfuerzo de veracidad. Y que no transporta gota de hiel. Cosas no muy fáciles ni frecuentes. Más bien trata de reflejar y comprender la visión de unos y otros, especialmente de aquellos con los que él y Joan Reventós tuvieron alguna tensión política importante, en algún momento determinado, sin que ello desmintiera su amistad o su reconocimiento básico: Josep Pallach, Ernest Lluch, Maragall, los “capitanes” del PSC… Esto tampoco quiere decir que haya, en el libro, ningun azucaramiento, sólo la visión serena que da el paso del tiempo si se sabe manejar bien.
Se trata de una obra de una importante calidad literaria, que viene a enriquecer la literatura política catalana escrita por nuestros protagonistas (en este caso, escrita “a mano”, dice Obiols, y no la frecuente transcripción periodística de una grabación) . Una obra que se hará imprescindible para entender algunas de las claves de la resistencia antifranquista y de la transición como de la democracia restituida hasta hoy mismo, a la vista de una segunda transición injertada de transición global. Como era de esperar, se trata de una obra de envergadura, que responde a la talla intelectual y política del autor, uno de estos personajes que se dan con poca frecuencia, más aún en un país pequeño, y que, paradójicamente, a menudo no son suficientemente aprovechados, como si fuéramos sobrados. En este caso, no porque no fueran muchos los que reconocían la singular valía, sino por el turno de guardia que le tocó hacer y que aceptó estoicamente.
En efecto, estuvo dispuesto a hacer de candidato a la Presidencia de la Generalitat cuando nadie quería, durante los “años de plomo” de la hegemonía absoluta del pujolismo, especialmente favorecida por episodios como la querella de Banca Catalana y como el disparo al pie que el PSOE puso en marcha al PSC, al día siguiente del 23-F, con su apoyo a la LOAPA. Alguien que hubiera gastado como único carburante una legítima ambición de poder no habría aceptado hacer esta larga y desagradecida guardia: era un crematorio. Sólo se entiende que la aceptara a causa de su compromiso incombustible con la criatura que, junto a Joan Reventós, había maldado para engendrar y parir: el PSC, el gran partido de todos los socialistas de Cataluña, herramienta estratégica para la unidad civil de nuestro pueblo e instrumento decisivo para conseguir lo que algunos tildaban de utópico o que simplemente rechazaban, el retorno de la Generalidad exiliada, con su viejo Presidente a la cabeza, un “episodio luminoso” y el único hecho rupturista, tal como nos explica, en medio de los claroscuros de la transición democrática española. Sea como sea, Obiols tampoco se está de dejar algo claro: a pesar del contexto adverso, fue capaz de llevar el PSC al número de diputados -ni uno más ni uno menos-con el que, años después, el PSC lograría formar gobierno en la Generalitat con Pasqual Maragall al frente.
Raimon Obiols y Joan Reventós constituían un tándem efectivo, indisoluble y de larga duración. Dos caracterologías casi contrapuestas -analítico y racional el primero, intuitivo y emotivo el segundo-, pero de una lealtad mutua a prueba de bomba, al servicio de las ideas compartidas. Un tándem en el que Obiols tendió a ser el “transparente”, el cerebro anónimo, el ingeniero en la sombra. No porque Joan Reventós litigara por el escaparate-que también el rehuía tanto como podía-, sino porque Obiols lo empujaba. Extraño comportamiento político, sobre todo visto desde las voluptuosidades y los batacazos de hoy. Obiols, por ejemplo, inventor y conductor obvio del innovador proceso de “Convergencia Socialista de Cataluña”, no figuró entre los doce oradores del gran Mitin de la Libertad, en 1976. Y lo podemos ver, en cambio, en el filme que hizo José M ª Forn, situado a pie de tribuna, entre otra gente, aplaudiendo y animando Reventós, mientras éste hablaba por primera vez delante de tanta gente.
También es cierto que Obiols sufrió otro handicap que no esconde en el libro: su rechazo instintivo, casi somático, a algunas servidumbres de “las políticas de imagen”, de la “política-espectáculo”, que eran un peaje que se hizo progresivamente ineludible, aunque la actual crisis de la democracia parece estar cuestionando y exigiendo a la política grados cada vez más altos de “autenticidad”. Esta característica de Obiols, que a algunos tanto nos gustó, tenía que ver seguramente con su cuna novecentista, hecho de contención y medida, enemigo de efusiones sentimentales (JV Foix, Carles Riba, y Clementina Arderiu eran algunos de los amigos con quien más se hacía su padre, el pintor Josep Obiols). Y también tenía que ver, sin duda, con la tradición libertaria y antijerárquica que transportaba el MSC, emanada del POUM. Y aún con la irrupción de la cultura antiautoritaria y anticonvencional de los sesenta y los setenta, alérgica a los mercantilismos en boga y que él viviría de lleno. Todo esto hizo de Obiols un personaje especialmente atractivo y políticamente muy creativo, capaz de inventarse, con mucha gente joven, el precursor proceso de Convergencia Socialista de Cataluña (CSC), basado en la autoorganización y la coordinación horizontal , sin jerarquías, con ideas autogestionarias, un proceso que, contra los augurios de algunos, no estalló en diez mil pedazos, sino que dio lugar una fecunda síntesis política. Hoy, más que recordado el pasado, parece un proceso capturado del futuro que se avecina.
En resumidas cuentas, pienso que Cataluña se perdió un gran Presidente de la Generalidad, que habría tenido un fuerte impacto en la sociedad catalana y que habría creado estilo, un estilo muy diferente la complacencia que a menudo predominó. La narración que hace de los “años de plomo” que tuvo que soportar es una pieza imprescindible, que da nuevas claves y que pone en su lugar el relato dominante, tan connivente y tan erizado.
Obiols, en este libro, es un testigo y un protagonista de excepción, en primera persona y desde la primera fila de la acción política. O en la voz de testigos directos anteriores a él cuando no se limita al periodo que comprende su dilatada vida política. Porque Obiols, en este libro también remonta, en busca de “las fuentes” del socialismo de posguerra, en 1945, cuando José Rovira y sus -gente del POUM- fundaron el Movimiento Socialista de Cataluña (MSC). Y retorna, descendiendo poco a poco hasta la crecida iniciada con el proceso de Convergencia Socialista de Cataluña (CSC) en 1974 y con el PSC-Congreso en 1976, para culminar, después, en el vasto caudal del Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC), el 1977-78. Este largo trayecto, orientado hacia la unión progresiva de todos los socialistas de Cataluña, contiene también la interesante narración del complejo proceso del movimiento obrero organizado como también del movimiento universitario, y está fuertemente determinado, siempre, por la voluntad estratégica de alcanzar la unidad de la resistencia catalana contra la dictadura, misión en la que los socialistas deberían jugar un papel decisivo de auténticas y esforzadas comadronas, desde la Mesa Redonda (1967) hasta la Asamblea de Cataluña (1971), pasando por La Caputxinada (1966), la Comisión Coordinadora de Fuerzas Políticas de Cataluña (1968)….
Todo ello adquiere aires de epopeya, llena de gente apasionante y de episodios jugosos, a menudo desconocidos, de cuando la política democrática no reportaba ningún beneficio más allá del placer de la camaradería y del compromiso colectivo cumplido, sino todo lo contrario, reportaba graves peligros, sobre todo en la primera posguerra. No eran muchos, pero era mejor no perdérselos: gente discreta y solidaria, valiente y sin petulancias, héroes anónimos y desprendidos, “transparentes” que no hemos conocido y de los que es imprescindible tener noticia y hacer memoria, porque su recuerdo nos obliga a mucho y nos debe hacer mejores. Particularmente, aquella gente que venía del BOC y del POUM, perseguida a muerte por todos los poderes (fascismo y estalinismo), de vuelta de todos los absolutos, conocedora de sus errores y de sus aciertos, más disponible que nunca, consciente de que la dignidad de la persona humana es irrenunciable y que ésta consiste en no rendirse nunca.
El libro también pasa revista al PSC, a sus metas y en las sedes rodeos, con lucidez y sin acritud. Y los gobiernos de Entesa a partir de 2003, con los presidentes Maragall y José Montilla. Son especialmente interesante la reflexión que saca y la consideración que hace de “preludio” de lo que está por venir y que debe ser diferente, porque tiene que entroncar con las crisis presentes y les dará respuesta. Obiols tuvo un papel decisivo en el proceso de acercamiento entre las izquierdas catalanas hacia un proyecto común. Y se vuelve a imaginar cómo deberá ser el proceso que lleve de nuevo, aunque de otra manera, sin caer en la debilidad superestructural de los gobiernos de Entesa. Deberá ser un proceso de abajo a arriba, a partir de un auténtico movimiento social y cultural de base, regenerador de la política democrática, que conlleve un cambio de cultura política, que sea la masa crítica y la fortaleza sobre la que asentar una obra de gobierno transformadora y continuada.
Su reflexión, a caballo de la narración, va muy allá y se proyecta sobre el amplio alcance de la grave crisis que padecemos. Desde la crisis en la relación entre Cataluña y España hasta la visión global de un mundo sangriento e insostenible, pasando por la urgente unidad de Europa. Desde la crisis de la política democrática y la necesidad perentoria de una reforma del sistema de partidos y de participación ciudadana, hasta la crítica a la “tercera vía” de Blair y la hegemonía cultural del neoliberalismo que comportó. Reflexiones impagables, de una inteligencia política singular, desde un observatorio privilegiado, que nos dan la dimensión de la gran responsabilidad que compartimos, queramos o no, y de la necesidad de un nuevo compromiso colectivo transformador como única salvación posible.
Del libro, también se desprende que Raimon Obiols no es de los que se jubilan. El compromiso colectivo, pensar y actuar políticamente, es para él, una constante vital, tan básica como respirar. Su vida política sólo terminará cuando lo haga su biología. Si alguien contaba con ello, deberá tomar paciencia y esperar bastante todavía. Sin compromiso colectivo, dice Obiols, la persona queda incompleta. Y cree, con Riccardo Lombardi, que este es el auténtico elixir de la juventud. Es una suerte que deberemos saber aprovechar.
Jordi Font
8 de abril de 2013
http://fcampalans.cat/activitats_detall.php?idact=986&tipus=col_tots # 1
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Diálogo de sordos, choque de trenes?
Publicado por Raimon Obiols | 18 Diciembre, 2012
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En el primer volumen de sus memorias, Aznar cuenta una entrevista que tuvo con Pasqual Maragall. “Maragall me explicó”, dice Aznar, ”que había que cambiar todo el planteamiento de las obras públicas en España: en lugar de un AVE Madrid-Barcelona, había que construir un AVE Barcelona-Bilbao y otro Barcelona-Valencia, porque eso era lo justo y lo conveniente (…) Me dijo que tenía que “aumentar el respeto y el reconocimiento a la lengua catalana”. Le pregunté: “¿Y eso qué significa?”. Maragall me contestó: “Pues que hay que respetarla más”. “¿Y eso en qué consiste?”. “En respetarla más.” Así terminó nuestra conversación. Una conversación circular, absurda, inútil, en la que Maragall no me decía lo que realmente pretendía porque no me lo podía decir (…) Su verdadero planteamiento era “cuatro años más de Aznar y hacemos que estalle España”.”
Qué relato más escalofriantemente sintomático! Más que una «conversación circular, absurda, inútil» aquello era un diálogo de sordos y el sordo era Aznar, no sólo impermeable sino frontalmente belicoso hacia todo planteamiento sobre el futuro de España que no coincidiera con su visión imperial. Sarcasmo petulante, sordera e incomprensión absolutas, miedos y prejuicios ancestrales.
Después vinieron la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatuto, las campañas políticas y mediáticas del nacionalismo español fomentando la xenofobia contra Cataluña, los continuados ataques furiosos contra el «Tripartito» y contra sus protagonistas, que en algunos casos tomaron un carácter de linchamiento moral, los silencios del mundo cultural y político de las izquierdas de fuera de Cataluña, que vieron desde el primer momento con recelo y bien escasa simpatía la existencia de los gobiernos de Entesa en la Generalitat, y contribuyeron a difundir el mito de un Maragall iluminado.
En España muchos pensaron, con una miopía notable, que el pueblo de Cataluña tragaría aquel portazo histórico; que aceptaría resignadamente que un Estatuto aprobado por el Parlamento, negociado en el Congreso, votado por mayoría en las Cortes Generales y ratificado en referéndum por el pueblo de Cataluña, fuera recorrido por el Partido Popular y declarado finalmente anticonstitucional. En esta situación, la respuesta fue la manifestación del Once de Septiembre de 2012.
Yo creo que la amplitud extraordinaria de aquella movilización se explica no sólo por el portazo del Tribunal Constitucional, o por la política hacia Cataluña del gobierno de Rajoy -que sigue la misma pauta de Aznar -, sino también por la tremenda situación económica y social que comenzó a partir de 2008. España aparece cayendo en el pozo aparentemente sin fondo de una profunda crisis. Todas las costuras del tejido social e institucional se tensan y parecen a punto de saltar: los seis millones de trabajadores parados, el aumento de las desigualdades, la situación deseperada de la juventud, se suman la multiplicación de los casos de corrupción, las crisis bancarias y los emolumentos multimillonarios de sus causantes, el desprestigio general de las instituciones del Estado.
No es extraño que la manifestación del 11-S de 2012, abriera, por primera vez en la historia del catalanismo, una oportunidad relevante a la hipótesis de la independencia.
La independencia! Releyendo el libro-conversación conversación que Marçal Sintes hizo con Ernest Lluch poco antes de que éste fuera asesinado por ETA, me he encontrado con este diálogo:
Marçal Sintes: ”Si a la gente usted le garantiza que pulsando un botón Cataluña será independiente y no pasará nada, quizás se sorprendería de los muchos que usarían, el botón»
Ernest Lluch: «Esta es la tesis de Raimon Obiols, ya la he oído…”
Este libro se publicó en 2001, poco después de la muerte de Ernest. Pero aquella «tesis del botón», que durante unos años formó parte de la jerga familiar en las discusiones del PSC, es de bastantes años antes. Viene de una reunión del año 1988, en que estaban presentes, entre otros, Ernest Lluch y Maragall.
Mi “tesis del botón” no era nada del otro mundo, pero tampoco era una boutade. Dije entonces que, en una situación que garantizara que la independencia de Cataluña no tuviera contrapartidas negativas, una mayoría de los ciudadanos estaría a favor. Mi pronóstico no era subjetivo, no derivaba de la sentimentalidad privada de una persona que tuvo Bac de Roda y el alcalde de Cork como héroes de la niñez, era la constatación de una realidad evidente: la existencia en el pueblo de Cataluña de una mayoría contraria a la dependencia y a la dominación. A favor, por tanto, de gobernarse libremente, como es el caso de toda realidad nacional.
Otra cosa me parecía evidente: que la gente sabía perfectamente que el botón de una independencia sin hostilidades, sin costes ni efectos negativos, dentro y fuera de Cataluña, simplemente no existía. Quizás, afinando, se podría hablar en Cataluña de una mayoría antidependentista más que independentista en el sentido tradicional.
La asignatura sigue pendiente, y el reto se plantea ahora con más tensión, con más pasión, con una correlación de fuerzas diferente, en una situación no exenta de riesgo: que se hable con preocupación de un peligro de choque de trenes es sintomático. A mí me parece que la inmensa mayoría, en Cataluña y en España, quiere evitar la catástrofe ferroviaria, pero no diría lo mismo de los nacionalismos instrumentales en España y en Cataluña.
En medio de muchos interrogantes, creo tener claras algunas cosas básicas, que -lo reconozco- pueden sonar a obviedades. La primera es que las decisiones sobre las relaciones que quiere tener con España corresponden al pueblo de Cataluña, que ha de tener la libertad de elegir su futuro. Nadie se l puede negar. Nuestros ciudadanos deben poder decidir su futuro colectivo con una visión clara de las alternativas y posibilidades que tienen delante; con una comprensión plena de la situación específica en que se encuentra Cataluña, que como todos los países se encuentra insertado en un marco concreto de interdependencias crecientes. La segunda es que la salida debe ser democrática, con la máxima unidad posible de las fuerzas políticas catalanas y de la gran mayoría del país. La tercera es que sólo podrá ser una solución negociada sobre una determinada correlación de fuerzas.
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Todos inocentes
Publicado por Raimon Obiols | 19 Agosto, 2012
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Cuando leí en el diario que Esperanza Aguirre había calificado de “aquelarre de carcamal Resentidos” una reunión de familiares de fusilados por Franco y de ex presos de la dictadura en apoyo a Garzón, entonces juez y luego expulsado de la carrera judicial, acusado de prevaricación y de investigar los crímenes del franquismo durante y después de la guerra civil, sentí el vértigo de un repentino flash back que me llevaba a la Cárcel Modelo de Barcelona, ??a mediados de los años sesenta del siglo pasado, donde leí, pintada en la pared de la biblioteca, una memorable consigna dirigida a los presos: “Ha aguzado tú lengua el despecho ¡Cállate!”.
No me gustan los recuerdos difuminados y este ciertamente no lo es, en absoluto. Pero debo decir que tengo dudas sobre un detalle. Se leía“aguzado”? O era “azuzado”? O “afilado”? No puedo recordar con exactitud, pero la frase era aquella y el sentido y la mala baba no cambian en estas tres posibles variantes de la consigna mural que, por otra parte, mostraba de manera involuntaria el tipo de poder que ordenó pintarla, retratando su resentimiento ante la lengua de los presos, más viva, más aguda y más afilada que la de los carceleros.
Vistos los tiempos que corren, me veo en la necesidad de precisar que yo estaba en la Modelo por actividades contra la dictadura de Franco. Conversando con los que entonces eran denominados presos comunes, para distinguirlos de los presos políticos (una distinción que en nuestro país ha tendido a desaparecer), hice un descubrimiento sensacional.
Constaté con sorpresa que ninguno de los reclusos era culpable. No sólo todos los presos comunes con los que hablaba eran inocentes, es que todos, sin excepción, eran víctimas de injusticias, confusiones o campañas interesadas de sus enemigos. No sólo la culpa no era suya, es que era de los otros. A uno le habían condenado por error, acusado de un delito que juraba que no había cometido, el otro era objeto del odio obsesivo de unos policías que habían perseguido durante años y lo habían hecho aprisionar injustamente, un tercero en realidad no había robado nunca en beneficio propio sino que había requisado dinero al servicio de una causa altruista. Y así sucesivamente.
Sólo un pobre chico que me afeitaba en la barbería me confesó que había estrellado una botella en la cabeza de su padre porque éste volvía a casa borracho, cada noche, y golpeaba la madre. Lo abracé. Era el inocente verdadero; quizás el único inocente de la cárcel.
Me han vuelto estos recuerdos leyendo la prensa de los últimos tiempos.”Calumnias”, “caza del hombre”, “manipulación política”, “procesos estalinistas”, exclamaban hace pocos meses en Francia desde el entorno del entonces presidente Sarkozy, en plena galerna por el asunto Liliane Bettencourt. Un ex contable de esta señora, que es la propietaria de L’Oréal y dicen que la primera fortuna de su país, declaró, entre otras cosas, que en el año 2007 había entregado ilegalmente 150.000 euros, de los cuales 100.000 eran suizos (supongo que ven el matiz), para la campaña presidencial de Sarkozy. Una miseria, el chocolate del loro, una cantidad sin importancia, dijeron los unos, la punta del iceberg, acusaron otros. Yo no lo sé. Pero aquel testigo suministraba una cifra y un hecho concreto y verificable, cosa que se agradece, porque una información precisa, en temas tan oscuros y opacos como estos, la precisión es siempre una excepción, casi un milagro. ”Es insoportable”, dijo al conocer la noticia el entonces ministro Eric Woerth, tesorero del partido de Sarkozy y de su campaña presidencial. ”Me dan ganas de estrangular a alguien”, dijo otro ministro de Sarkozy. Veremos en qué acaba el asunto, si se estira la cuerda hasta el final. Pero, vista la experiencia, el escepticismo es probablemente la actitud más razonable.
Ahora: si casi todos los convictos y condenados dicen no sólo que son inocentes, sino que son víctimas injustamente perseguidas, no nos debe sorprender que los incriminados o imputados no se limiten a exigir la presunción de inocencia, lo que les debemos, sino que carguen las culpas a los demás, e incluso traten de obtener algún beneficio. Deben pensar que todo se aprovecha, que la mejor defensa es un buen ataque, y que lo peor que podrían hacer sería empezar a dar explicaciones, porque significaría admitir una responsabilidad que no se piensa asumir de ninguna de las maneras.
Podríamos mencionar casos similares que tenemos más cerca. En todos y cada uno de los escándalos de corrupción que va apareciendo en la prensa, como una lluvia abrumadora, los incriminados se declaran sistemáticamente víctimas de equívocos, injusticias, confusiones y campañas interesadas e innobles de sus enemigos. Lo leemos día tras día en los periódicos: “esto es un insulto a la inteligencia”, “me siento ultrajado, difamado y vejado”, “lo que es legal es moralmente correcto”, “esto es un fraude de ley”, “es una campaña contra el país”,” todo es un montaje”,”se trata de una maniobra política”.
Es la mejor defensa? En todo caso la practican sistemáticamente. Sólo con unas pocas excepciones contadas. Algunos, siguiendo los consejos de sus abogados, optan por admitir alguna culpa, como mal menor para evitar problemas mayores. Hay otros que optan por el silencio. Uno de los saqueadores del Palau de la Música ha combinado los dos métodos. Confesó algunos pecados al juez y optó por callar ante la comisión del Parlamento. Después se fuma un cigarrillo. Quizá pensaba que le convenía más.
Raimon Obiols
03/08/12
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Arte encontrado
Publicado por Raimon Obiols | 18 Junio, 2012
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Somos, o intentamos ser, racionales. Pero a veces te pasan cosas que te dejan clavado. Casualidades, el azar… pero sin embargo! ¿Quién no ha vivido algún momento que parecía mágico?¿Pensar en una persona y encontrártela en la esquina? ¿Tener una premonición que aparece plenamente confirmada? ¿Vivir un episodio que te parece que ya has vivido?
He tenido algunos de estos momentos, que brillan en la memoria como puntas de diamante. Hace años me dejaba caer de vez en cuando en la tertulia que Ramón y Montserrat Carrera, propietarios del restaurante Sí Señor de la calle Mallorca, organizaban cada miércoles, con un grupo heterogéneo, ruidoso y divertido: Quico Sabaté, Joan Manuel Serrat, el fotógrafo Catalán Roca, Joan Gardy Artigas, Núria Candela, el pintor Santi Moix y otros. Brossa comía indefectiblemente un huevo frito y unas lionesas de nata; “en concepto de collage”, decía el poeta, siempre visual.
Un día, saliendo con él del restaurante, vi con sorpresa como aquel poeta fascinado por Wagner y la magia, debelador de todas las petulancias (“El único pedestal son los zapatos”, dice uno de sus epigramas), se paraba, se ponía la mano en el pecho y me señalaba con solemnidad una vieja llave de hierro que la apisonadora había incorporado, rotundamente y para siempre, en el alquitrán de la calle Mallorca, esquina Aribau. ”Mira, Raimon: un fósil!”, Me dijo. Aún debe estar. Si te fijas bien, de llaves se encuentran y Joan Brossa acababa de encontrarse una. Aquel hallazgo era tan rotundamente brossiano que quedé KO.
“¿Dónde he dejado las llaves …”, se preguntaba Foix en un desesperado poema de los años cuarenta del siglo pasado; muy actual, por desgracia: “El demonio escondido tras un árbol me llamó, sarcástico, y me llenó las manos de recortes de periódicos [...] ¿Qué dicen por la radio?/ Tengo frío, tengo miedo, tengo hambre … “El recuerdo de aquel poema me llevó, del cruce del Eixample donde me encontraba con Brossa, a una cala del Cap de Creus de mis doce años, donde habíamos llegado, en una barca entre mar y nubes, viniendo del Port de la Selva, mi padre, el poeta Foix y el pescador Joaquim Cervera, a quien Sagarra había dedicado su Balada del clavel morenito. Volvía a ver Foix, obsesionado arriba y abajo, como buscando las llaves perdidas, y mostrándome luego su arte encontrado: huesos de sepia pulidos por el mar y encalados por la sal, ramas roídas por el viento, raíces secas y duras como minerales.
Sesenta años más tarde, en la otra punta de nuestro mar hipnótico, estaba en la playa de Molibos, en Lesbos. Encontré un guijarro no mucho más grande que un huevo de codorniz, mostrando con una elegante precisión tipográfica un signo de interrogación. Aquel era, al cabo de los años, mi objeto encontrado. Me pregunté si aquel interrogante era una llave encontrada que incitaba a seguir indagando o a la resignación de la duda. Quiero creer que apuntaba a la necesidad de la indagación permanente. “Somos criaturas que no dejamos de inquirir y de equivocarnos”, ha escrito Steiner, hablando de los humanos. Es mejor correr el riesgo de equivocarse, de “equivocarse cada vez mejor”, como decía Beckett, que no caer en la pasividad improductiva y resignada de los olvidadizos, los indecisos y los desconfiados.
Hace quince días descubrí, a cincuenta metros de casa, en Bruselas, una pequeña placa de latón, de 10 x 10 centímetros, incrustada entre los adoquines de la acera, con este texto: “Ici habitait Chana Minc / Nee 1908 Pologne / Arrêtée 29/05/1942 / Détenue Drancy / Déportée Auschwitz / Assassinée 20/09/1942 “.
Estos “pavés de mémoire”, como dicen aquí, puestos delante de las casas donde vivieron y de donde partieron hacia los campos de concentración y exterminio, llevan la inscripción del nombre y el destino de las víctimas de la Shoah.
Ahora, si buscas llaves en internet, encuentras muchas. Quise averiguar quién había sido Chana Minc. Poco encontré: nacida en Sandomierz, una pequeña ciudad al este de Polonia, fue trabajadora del textil, concretamente, devanadera.
Poca cosa, excepto unas palabras de su hija, Helene Descamps, adoptada por una familia belga, que me daban una llave a través de los años: “Evidentemente es más fácil pasar página, pero es mucho más peligroso. Hay que saber, hay que comprender, hay que analizar, integrar, ponerse en cuestión y revaluar permanentemente nuestra forma de ser, de vivir y de educar “. Otra pieza de arte encontrado.
Diario Ara, 17 de junio de 2012.
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