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    La “tesis del botón”

    Publicado por Raimon Obiols | 28 Octubre, 2013


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    boto-150x150Muchos puentes se han roto y los caminos parecen vallados. En una conferencia en la Paeria de Lleida, el Once de Septiembre de 2010, Lluís Foix decía que si nos entretenemos en discutir los méritos y los obstáculos de la independencia de Cataluña y del federalismo en España, vendrá la frustración que estos objetivos no serán alcanzados a medio plazo.

    La cuestión concreta que esto plantea es que no hay alternativa a la mano izquierda de una política tenaz e inteligente, que mantenga firmes en Cataluña unos objetivos de unidad civil, cohesión social y de excelencia interna y que, de cara en España, tenga unos objetivos de exigencia, confrontación democrática, negociación y alianzas. Sólo así podremos evitar nuevas batallas perdidas.

    “En cuanto al futuro, releyendo el libro-conversación que Marçal Sintes hizo con Ernest Lluch poco antes de que éste fuera asesinado por ETA, me he encontrado con este diálogo:

    Marçal Sintes: “Si a la gente usted le garantiza que pulsando un botón Cataluña será independiente y no pasará nada, quizás se sorprendería de los muchos que usarían, el botón”.

    Ernest Lluch: «Esta es la tesis de Raimon Obiols, ya la he oído…»

    Este libro se publicó en 2001, poco después de la muerte de Ernest. Pero aquella «tesis del botón», que durante unos años formó parte de la jerga familiar en las discusiones del PSC, es de bastantes años antes. Viene de una reunión del año 1988, en que estaban presentes, entre otros, Ernest Lluch, Maragall y Felipe González. Aquella «tesis» no era nada del otro mundo, pero tampoco era una boutade. Dije entonces que, en una situación que garantizara que la independencia de Cataluña no tuviera ninguna contrapartida negativa, ni para Cataluña ni para España, una mayoría de los ciudadanos de Cataluña estaría a favor (a Pasqual aquel comentario mío le quedó; después lo ha mencionado en varias ocasiones).

    Mi pronóstico no era subjetivo, no derivaba de la sentimentalidad privada de una persona que tuvo a Bac de Roda y el alcalde de Cork como héroes de la niñez, era simplemente la constatación de una realidad que me parecía y me parece evidente: la existencia en el pueblo de Cataluña de una mayoría contraria a la dependencia y a la dominación. Una mayoría a favor, por lo tanto, de gobernarse libremente, como es el caso de toda realidad nacional.

    Otra cosa me parecía evidente: que la gente sabía perfectamente que el botón de una independencia sin hostilidades u hostilidad, sin costes ni efectos negativos, dentro y fuera de Cataluña, simplemente no existía. En este sentido, quizás, afinando, se podría hablar en Cataluña de una mayoría antidependentista más que independentista en el sentido tradicional. Quizás se podría decir incluso que en Cataluña hay una mayoría que, paradójicamente, quiere la independencia sin romper con España.”

    (…)

    “Esta asignatura sigue pendiente, y el reto se plantea ahora con más tensión, con más pasión, con una correlación de fuerzas diferente. Hay una nueva oportunidad, no exenta de riesgo: que se hable con preocupación de un peligro de choque de trenes es sintomático. A mí me parece que la inmensa mayoría quiere evitar la catástrofe ferroviaria, pero no diría lo mismo de los nacionalismos instrumentales en España y en Cataluña.

    En medio de muchos interrogantes, creo tener claras algunas cosas básicas. La primera es que las decisiones sobre las relaciones que quiere tener con España corresponden al pueblo de Cataluña, que ha de tener la libertad de elegir su futuro. Nuestros ciudadanos deben poder decidir su futuro colectivo con una visión clara de las alternativas y posibilidades que tienen delante; con una comprensión plena de la situación específica en que se encuentra Cataluña, que como todos los países se encuentra insertado en un marco concreto de interdependencias crecientes. La segunda es que la salida debe ser democrática, con la máxima unidad posible de las fuerzas políticas catalanas y de la gran mayoría del país. La tercera es que sólo podrá ser una solución negociada sobre una determinada correlación de fuerzas.

    Algunos hablan de nuevo, en esta coyuntura, del todo o nada, como si fuéramos finalmente ante un risco o de un precipicio. Hic Rhodus, hic salta: la independencia o la extinción nacional! No comparto esta antinomia radical ni esta angustia. Sea cual sea la evolución de las cosas, la identidad y la causa catalana continuarán con persistencia, como hechos de larga duración que traspasarán coyunturas, sucesivos períodos de la vida colectiva, cambios sociales y culturales, evoluciones políticas españolas y europeas, aberturas a la globalización y la interdependencia. Expresando esta convicción no hablo de esencias eternas, de conceptos inmutables, sino de una realidad nacional en expansión. Cataluña cambiará, está cambiando rápidamente, pero su cambiante realidad común va a durar y con ella persistirá una identidad y una causa comunes, por el simple hecho de que los catalanes y las catalanas, aunque quisiéramos, y está claro que no lo queremos, no podríamos ser otra cosa. Y para «hacer catalanes con gente de fuera», como dice la demógrafa Anna Cabré, «es nuestra manera de hacer».

    Las generaciones actuales desaparecerán, vendrán otros, y el hecho vivo de Cataluña y de su condición, que produce a partes iguales energía y malestar, excelencia y frustraciones, seguirán suscitando iniciativas y dolores de cabeza, proyectos y esperanzas, avances y retrocesos, ocasiones perdidas, objetivos alcanzados.

    ¿Cuál será el resultado de esta historia nuestra es algo que nadie sabe. Yo creo que, sea cual sea el escenario de sus futuros posibles, Cataluña irá arriba, con esfuerzo e ingenio. Contra la ley de la gravedad. No es un mal destino para un pueblo. ”

    (Extraído de Raimon Obiols, “El mínim que es pot dir, memòries polítiques“, RBA RBA, Barcelona 2013)

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