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Marruecos: la abstención
Publicado por Raimon Obiols | 8 Septiembre, 2007
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Tres cuestiones principales estaban en juego en las elecciones que se celebraron ayer en Marruecos: el nivel de abstención, la posición alcanzada por el PJD (el partido islamista moderado que, a diferencia de otros sectores islamistas mayoritarios, ha participado electoralmente), y la regularidad del proceso. Con respecto a este último aspecto, los observadores internacionales (unos cincuenta) harán público su informe antes de finales de septiembre. La participación ha sido bajísima, y este hecho es de lejos el hecho políticamente más significativo (fue del 67,43% en 1984, del 51,61% en el 2002, y este año se sitúa en un paupérrimo 41%).
El PJD, en fin, podría situarse en primera posición en el número de votos, pero bien lejos de las expectativas que se habían generado. Eso tiene que ver con la propia situación del movimiento islamista, en plena expansión, pero con opciones aparentemente contradictorias. El islamismo en Marruecos, en efecto, no es un movimiento monolítico. En el terreno social y político se pueden distinguir tres sectores. El Partido de la justicia y el desarrollo (PJD), que Mohamed Darif, un especialista del islamismo marroquí, entrevistado en L’Humanité, califica de islamismo «light», es el único que ha participado en las elecciones. Hay un sector, el “Partido de la alternativa civilizacional”, minoritario, que defiende un programa que podría ser calificado de izquierda (derechos humanos, libertad de prensa, derecho a la diferencia). Pero el movimiento de lejos más potente lo representa el islamismo contestatario de Adl oual Ihasane (Justicia y beneficencia) del Cheik Yacine. Éste, en la medida en que ha preconizado el boicot a las elecciones, puede considerarse el triunfador de las elecciones. No sería acertado considerarlo un movimiento extremista y abierto a la acción terrorista: de hecho, las tres corrientes declaran su rechazo a la violencia, su oposición al yihadismo salafista de Al Qaeda, y se manifiestan a favor de la democracia pluralista.
Hay tres razones, según Darif, que explican el ascenso del islamismo: su oposición al poder, un discurso que no distingue entre política y religión (en un contexto de debilitamiento de los sectores laicos), y una activa política de proximidad y de ayuda en los barrios pobres de las ciudades.
La primera cuestión que habrá que seguir ahora es qué coalición de gobierno se establece y, especialmente, si se incorpora al PJD. Antes de las elecciones parecía que en el poder había una división de opiniones: integrarlo si llegaba en primera posición, o bien mantenerlo en la oposición, para no dejar el campo libre al islamismo radical.
Más a medio plazo, habrá que ver qué evoluciones se producen en el campo islamista y que lógica tenderá a generarse en los del partidos del campo laico (especialmente la USFP), que se encuentran encapsulados entre la subordinación al poder real y el temor a las incertidumbres del momento actual. La USFP no ha salido bien parada de las elecciones. Tendría que afrontar decididamente su renovación política y generacional.
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