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No es por despecho
Publicado por Raimon Obiols | 17 Mayo, 2010
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Cuando en abril de 2010 leí en el diario que Esperanza Aguirre había calificado de “aquelarre de carcamales resentidos” una reunión de familiares de fusilados por el franquismo y ex-presos de la dictadura en apoyo al juez Garzón, acusado de prevaricación por investigar los crímenes del franquismo durante y después de la guerra civil, sentí el vértigo de un súbito flash back que me llevaba a la Cárcel Modelo de Barcelona, a mediados de los años sesenta del siglo pasado, donde leí, pintada en la pared de la biblioteca, en medio de unas pinturas kitsch donde predominaban unos nubecillas rosas y azul cielo, esta memorable inscripción dirigida a los presos: “Ha aguzado tu lengua el despecho ¡Cállate!”.
No me gustan los recuerdos difuminados y éste ciertamente no lo es, en absoluto. Pero tengo que decir que tengo dudas sobre la precisión de un detalle: ¿se leía “aguzado”? ¿O era “ azuzado ”? ¿O “afilado ”? No lo puedo recordar con exactitud, pero la frase era aquella y el sentido y la mala baba de la consigna no cambian en estas tres posibles variantes que, por otra parte, retratan de forma involuntaria el resentimiento de la autoridad franquista que hizo pintar la consigna. Resentimiento ante la lengua de los presos, más viva, más aguda o más afilada que la de los carceleros.
No es por despecho que queremos recordar. Es porque no tenemos el pasado garantizado. “Si el enemigo triunfa”, dijo Walter Benjamin, “ni siquiera los muertos estarán seguros”.
Más que los acontecimientos que se producen estos días, lo que me preocupa es su telón de fondo, el ciclo que nos amenaza: la progresiva aparición de valores neofranquistas desacomplejados, a caballo de la actual crisis global y de sus efectos negativos sobre la democracia, con la expansión de la antipolítica y de los populismos. Creo que el objetivo de este neofranquismo emergente es conseguir crear entre nosotros una atmósfera de indiferencia creciente, de desconfianza y de cinismo difusos, donde incluso llegue a dominar en la opinión pública el sentimiento que democracia y autocracia son moralmente equivalentes . No sólo “todos los políticos son iguales” sino “todos los programas son iguales” o incluso el “todos los regímenes son iguales”.
Individualismo exacerbado, identidad y confrontaciones tribales, relativismo moral del “todo vale”, una fría sociedad implacable de mercado y espectáculo, poder concentrado en muy pocas manos: estos son los objetivos. Esta estrategia no es un fenómeno aislado. En Europa se desarrolla en otros países, por ejemplo en la Italia berlusconiana donde, como ha observado Claudio Magris, la resistencia al fascismo es contestada “no tanto por los adversarios de ayer, como por los nuevos antipatriotas de hoy, ‘parvenus’ de la actual regresión “. “Creíamos haber dejado atrás las laceraciones del pasado. Es triste tener que defender de nuevo la Resistencia“, ha comentado Magris.
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