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Antoni Castells en Madrid
Publicado por Raimon Obiols | 26 Junio, 2007
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Vale la pena leer el texto de la conferencia de Antoni Castells, consejero de economía y finanzas de la Generalitat, en el Forum Nueva Economía (en Madrid, el pasado 15 de junio). Me cuesta hablar bien de Castells, porque me une con él una larga amistad, pero su conferencia es extraordinariamente interesante, y muestra una vez más que el prestigio del consejero de economía está bien ganado.
Castells habló de economía y de política. Hizo inicialmente dos referencias. La primera, preocupada, a la ruptura de la tregua por parte de ETA: la situación actual, dijo, “tiene que llevarnos a la afirmación inequívoca de que frente ea terrorismo sólo existe una línea divisoria aceptable: la que separa a los terroristas de los que no lo son. Cualquier otra línea divisoria sólo sirve para fortalecer el terrorismo y debilitar los que quieren acabar con él. Y con eso me refiero especialmente a aquéllos que, en un lado o el otro, siguen poniendo en la práctica la línea divisoria fundamental, cuando se trata de afrontar la política frente al terrorismo, entre nacionalistas y no nacionalistas y no entre terroristas y enemigos del terrorismo”. La segunda referencia, positiva, fue al trigésimo aniversario de las elecciones del 15-J de 1977, para afirmar la necesaria vigencia de un consenso democrático fundamental que nos ha garantizado “el periodo más largo de estabilidad política, crecimiento económico y prosperidad social”.
Habló de economía catalana: “Hemos cerrado el año 2006 con un crecimiento del 3,9%, el más alto desde el año 1999, y hemos empezado en el 2007 creciendo al 4% (…) Desde los años sesenta no atravesábamos una etapa tan larga y sostenida de crecimiento”. Se refirió al empleo: “también aquí las cifras hablan por si mismas: 400.000 puestos de trabajo en tres años. Una tasa de ocupación del 71,4%, por encima de los objetivos que la Agenda de Lisboa fijó para el año 2010, y una tasa de paro que se sitúa en un mínimo histórico del 6,7%”. “Eso sucede”, añadió Castells,“mientras se produce una transformación de fondo de nuestro modelo de crecimiento, en la dirección deseada. La construcción, aunque crece todavía por encima de la media, ha dejado de ser el único motor del crecimiento; y en cambio han tomado el relevo las exportaciones y la inversión en bienes de equipo, que están creciendo a tasas del 12% y del 6,7%”.
“Ésta es, amigas y amigos, la realidad económica de Cataluña”, concluyó, “Hoy el PIB por cápita en Cataluña se sitúa entorno al 110% (el 107,2% para ser más exactos) de la UE de los quince (no de los veinticinco, naturalmente, con respecto a la cual se situaría entre el 115 y el 120%). Cataluña figura entre las regiones más prósperas de Europa. Por delante de Rhône-Alpes, cerca de Baden-Wurtenberg y Renánia del Norte-Westfalia, por encima de prácticamente todas las regiones italianas. Sólo siete países de la UE tienen hoy un PIB por cápita, en paridad de poder de compra, superior al de Cataluña”.
Habló también de la rivalidad entre Cataluña y Madrid, en su papel “de motor, de liderazgo económico”. Una competencia “que puede ser saludable y puede ayudarnos a hacer mejor las cosas, si se produce, como tiene que ser siempre para que la competencia sea real, en condiciones de igualdad. Es decir, aplicando las reglas de juego de la misma manera para todos, y con un árbitro, un poder del Estado, que no confunda España con Madrid”. Castells dijo que “Cataluña es hoy el primer motor económico de España”, el territorio “más competitivo de la economía española, como muestra los peso de las exportaciones, que son el mejor indicador de la competitividad de una economía”. Cerca de un 30% de las exportaciones españolas, dijo, se generan en Cataluña, “y el porcentaje supera de largo el 40% cuando hablamos de exportaciones de alto contenido tecnológico”.
Castells trasmitió un mensaje de optimismo en relación con el desarrollo del Estado de las autonomías (que gestionan el 30% del gasto público total y que se ha mostrado mucho más dinámico y eficaz que el viejo Estado centralizado), y de inquietud frente de los que, llamándose liberales, hablan de fragmentación y desmembración del Estado, “entroncando con la peor tradición del pensamiento español más fanático e intolerante”. También mostró su preocupación ante “los temores, dudas y complejos con los que desde el poder central se reacciona ante este tipo de críticas”.
Formuló finalmente algunas propuestas, en un momento de resaca que ha seguido a la aprobación del nuevo Estatuto catalán. En primer lugar, “reconstruir puentes y lugares de encuentro”, buscar nuevos acercamientos, pero “no sobre el silencio”. Y éso no únicamente en el mundo político, sino, “casi más importante, en el terreno cultural, académico y en el económico y empresarial”.
En segundo lugar, “hay que preguntarse cómo es posible que treinta años después de las primeras elecciones democráticas, sea posible levantar con tanta facilidad este clima anticatalán en toda España”, más allá de la peripecia política de la aprobación del Estatuto y reconociendo que “en Cataluña hay cosas que se han hecho mal”. Es un tema fundamental que “merece una reflexión por parte de todos”, en la que España también tiene que decidir “qué tipo de relación debe tener con Cataluña”.
En tercer lugar, alertó sobre las cuestiones básicas que se plantean en la negociación por el despliegue del nuevo Estatuto: las infraestructuras, que en Cataluña “sufren una situación crítica”, y el modelo de financiación.
Castells habló en Madrid evocando los intereses y las razones de Cataluña con firmeza, con claridad y también con el espíritu de pacto, consenso y negociación que implica un proyecto compartido. El suyo ha sido, me parece, el tipo de mensaje necesario.
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