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    Polonia-Alemania: tenemos un problema

    Publicado por Raimon Obiols | 24 Junio, 2007


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    ?A la gente de mi generación, esta imagen no se nos olvidará. Es la foto de Willy Brandt, entonces canciller alemán, en diciembre de 1970, ante el monumento a las víctimas del gueto de Varsovia: un icono de la reconciliación germano-polaca. Pero esta semana el semanario “Der Spiegel” ha hecho una portada bien diferente: los mellizos Kaczynski cabalgando a lomos de la cancillera Angela Merkel.

    En la prensa polaca no faltan campañas de confrontación con Alemania. “Es el triste balance de dos años de gobierno nacional-conservador“, escribe Adam Krzeminski en “Polityka“, un semanario polaco de izquierda. La actuación del gobierno polaco durante el Consejo europeo -que ha estado a punto de provocar una crisis europea de consecuencias imprevisibles – se inscribe en un contexto de contenciosos en las relaciones entre Varsovia y Berlin, que se ha ido agravando en los últimos años, especialmente desde la elección de Lech Kazynski como presidente de Polonia, el año 2005, y el nombramiento de su hermano gemelo, Jaroslaw, como primer ministro, nuevo meses después.

    Desde entonces, la “lucha contra el mal” bate récords en Polonia, contra todo tipo de enemigos interiores (entre ellos los cinco brigadistas supervivientes de la guerra de España, para los que el Senado español pidió “solidaridad total“), y contra dos adversarios exteriores: Rusia y Alemania.

    ?De esta situación hemos tenido algunos reflejos en el Parlamento europeo. Tuvimos que apoyar a Bronislaw Geremek en su protesta contra las humillaciones de la ley de lustración. Y no tuvimos más remedio que soportar a un eurodiputado del “partido de las familias polacas“, Maciej Giertych, haciendo un encendido elogio de Franco, que según parece salvó a Europa del comunismo. Los contenciosos entre Alemania y Polonia se han multiplicado. En el 2006, el ministro de defensa polaco comparó la construcción de un gasoducto, que enlazará Rusia con Alemania a través del Báltico, con el pacto de Stalin y Hitler de 1939. Un estúpido incidente fronterizo (unos testigos alemanes señalaron que una lancha aduanera polaca había disparado contra un barco de turistas) encendió una dura campaña de prensa en los dos países. Se discute de manera persistente la cuestión de los refugiados alemanes que tuvieron que abandonar territorios polacos después de la segunda guerra mundial. La presidenta de la asociación que agrupa los que todavía viven, Erika Steinbach, es representada en alguna prensa polaca con uniforme de las SS, etc.

    ?La disputa europea sobre Irak caldeó el ambiente. Rumsfeld contribuyó con entusiasmo a las divisiones con su célebre distinción entre “vieja” y “nueva Europa“. El partido de los mellizos polacos captó la oportunidad, a la manera de Aznar: ¡”Estamos ascendiendo a Primera División“!, exclamó en aquel momento Marek Belka, que se convertiría después en ministro de exteriores. Lluis Bassets ha escrito en su blog que junto a la contribución norteamericana a la causa de la libertad y la unidad de Europa, también en ocasiones han venido de EE.UU. «vientos nefastos, dedicados a dividir y a limitar la capacidad europea en el mundo. Los hermanos Kascynski son hijos directos de estos vientos, que han tenido en los ‘neocons’ norteamericanos sus principales valedores». Añadamos ahora la historia del nuevo escudo anti-misiles, y otros asuntos todavía, y tendremos el cuadro de una situación inquietante, que nos recuerda hasta qué punto la integración europea es un proceso que mezcla elementos de gran consistencia histórica con factores de riesgo y de fragilidad. ?Los elementos de consistencia, que impulsan al optimismo, son evidentes: este año la economía polaca crecerá al 6%. Entre 2007 y 2013, el país recibirá unos 50.000 millones de euros en subsidios de la UE. Las nuevas generaciones no parecen secundar la deriva nacional-conservadora. El partido de los Kaczynski baja en las intenciones de voto, y un 86% de la población, en las encuestas más recientes, está a favor de la Unión europea. Pero queda la inquietud que genera el gobierno nacional-conservador con sus cruzadas, que encuentran eco en los sectores sociales con más dificultades, y que llegan a extremos increíbles (encuesta sobre los “teletubbies” acusados de homosexualidad subliminal, retirada de textos de Goethe, Kafka y Witold Gombrowicz de los textos escolares, etc.); y también el temor por las reacciones que todo eso está generando en la opinión alemana.

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