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    Un artículo de Jordi Font: ¿Valencianizar Cataluña?

    Publicado por Raimon Obiols | 14 Diciembre, 2009


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    Hay que leer con atención este artículo de Jordi Font que apareció ayer en el diario Avui:

    Desleales, traidores, delincuentes, provocadores, cínicos, sectarios, falsarios, vendidos, zarzuelera …, son los epítetos que la prensa derechista de Madrid ha dedicado al editorial conjunto de los diarios catalanes. Nada nuevo: el linchamiento por toda respuesta. Es el mismo recibimiento que mereció el proyecto de nuevo Estatuto, que seguía la vía de la legalidad establecida, en contraste con el “Plan Ibarretxe” y desde una visión de España basada en los principios del pacto constituyente de 1978.

    Es el involucionismo fáctico que exhibe hoy la derecha española-y, con ella, cuatro nostálgicos pretendidamente de izquierdas-y que resulta una prodigiosa fábrica de independentismo en querer desmentir la Constitución como marco donde las naciones que integran España pueden desarrollarse con plenitud. ¿Cuál es la clave de este despropósito? Una visceralidad suicida, que obtiene resultados antitéticos a los que persigue? Es posible tanta ineptitud? No, en absoluto. Pienso que seríamos unos pardillos si nos lo creyéramos. No estamos hablando de “hooligans” cortos de alcance, sino de estados mayores, con planos, escuadras y compases sobre la mesa, con un plan de ataque sin improvisaciones, que obedece a una estrategia calculada.

    Si es así-y no puede ser de otra manera-, cuál es el cálculo? Esta es la pregunta clave. Una pregunta que sólo tiene una respuesta plausible: valencianizar Cataluña. Es decir, propiciar la división de la sociedad catalana sobre la base de exasperar el catalanismo, de precipitarse hacia la radicalización, para romper el amplio consenso social que hoy apoya-y que nos permite hablar de nación catalana no sólo mirando al pasado sino también al presente y al futuro-, de manera que quede al margen una decisiva franja popular que, debidamente exasperada en sentido inverso, pueda convertirse en carne de cañón del españolismo involucionista, de un nuevo lerrouxismo .

    La derecha española, en Cataluña, ha parecido oscilar entre esta opción ( “vidalcuadrismo”) el intento de disputar franjas de centralidad a CiU, reforzado por la necesidad de pactar en ella en el plano estatal. Este intento, sin embargo, habría sido un fenómeno episódico, debajo del cual persistiría el viejo designio lerrouxista. Este, hasta hoy, había resultado una vía muerta, sobre todo por la acción contraria de unas izquierdas especialmente fuertes, que no desfallecieron ni siquiera cuando el “pujolismo” rampante se permitía distinguir entre “buenos y malos catalanes”, cuestionando la catalanidad que no se ajustaba a su molde y negando el catalanismo de socialistas, en grave perjuicio del proceso de socialización nacional que estos encarnaban.

    Pero ahora estamos en otro momento. Las nuevas inmigraciones, la crisis económica, la ralentización del “ascensor social” y el desgaste que sufre la política democrática ofrecen nuevas oportunidades. La derecha española lo habría visto y habría decidido jugar fuerte, con la ambición de revertir el camino hecho. He aquí el cuadro de fondo ( “Barómetro” de la Generalitat): el 45,3% de los ciudadanos se sienten más catalanes que españoles (incluidos los que se sienten sólo catalanes) y el 51,9% se sienten tan catalanes como españoles ( incluidos los que se sienten más españoles que catalanes y sólo españoles). Los primeros serían radicalitzables mediante la provocación, mientras que los segundos podrían sentirse ajenos a la radicalización y ser influidos, en mayor o menor grado, por una gesticulación de signo contrario. No son los números del País Valenciano, pero los efectos podrían ser devastadores para el catalanismo y para Cataluña.

    El catalanismo, en la pluralidad de sus opciones, debe ser consciente de ello. Y debe saber que su objetivo no consiste en darse gusto, dejando el estorbo del cálculo para el adversario, sino que su objetivo es hacer nación, es decir, consolidar y aumentar el consenso social a su alrededor, sin abandonar la mitad del pueblo a los depredadores. Hacerlo sería tirar el niño con el agua de la bañera. Desde este punto de vista, ante una sentencia adversa, el catalanismo debería cerrar filas en torno al pacto de 1978 ( “nacionalidades y regiones”) tal como lo entendimos y alrededor del renovado pacto de 2006. Son nuestra cota irrenunciable, con toda legitimidad, con la fuerza de todo el pueblo, con la Generalitat delante. Ni un paso en falso.

    Categorias: General, Política catalana, Política española | Sin Comentarios »

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