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Incierto Consejo europeo
Publicado por Raimon Obiols | 19 Junio, 2007
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Yo no diría que todo está abierto, pero la verdad es que son considerables las incógnitas sobre qué saldrá del Consejo europeo que empieza pasado mañana en Bruselas. Sobre la base de que lo que se intenta alcanzar es el consenso sobre un “Tratado simplificado“, hay dos posibles escenarios extremos. La realidad más probable (aunque yo no pondría la mano en el fuego) es que el resultado se sitúe más o menos a medio camino del uno y del otro.
Escenario positivo (por quien hemos defendido el Tratado constitucional que salió de la Convención y que fue rubricado por los jefes de estado y de gobierno): que el nuevo Tratado recoja todas las innovaciones jurídicas y políticas substanciales de aquel proyecto. Es decir: un presidente permanente del Consejo, una extensión de los poderes del Parlamento europeo, un ministro de asuntos exteriores, una composición más restringida y eficaz de la Comisión, un nuevo criterio de decisión en el seno del Consejo, la personalidad jurídica de la UE, el carácter vinculante de la Carta de derechos fundamentales, la extensión del voto por mayoría cualificada, etc. Es decir, la preservación de la sustancia del Tratado constitucional.
El escenario negativo, en el otro extremo, sería la parálisis como fruto de un desacuerdo profundo: una crisis involutiva del proyecto de construcción de la Europa política. Lo único que se puede asegurar en estos momentos es que el doble “no” franco-holandés, lejos de provocar (cómo afirmaban algunos de sus promotores, también en nuestro país) no ha significado un “choque saludable” sino una crisis negativa: una pausa de “reflexión” que ha durado un par de años, y un regreso con fuerza de la negociación intergubernamental, que ahora se desarrolla con algunos aspectos conocidos por la opinión pública, pero con otros opacos, a través de la diplomacia secreta y los compromisos en reuniones muy restringidas. Incluso si se verificara el “escenario positivo“, ésto significa un paso atrás.
Esta situación, con su considerable incertidumbre, me lleva a una consideración sobre el “consecuencialismo” en política. Las posiciones políticas no sólo deben ser coherentes; deben prever también, dialécticamente, sus consecuencias, las reacciones que generan, los resultados que razonablemente se pueden esperar. Los partidarios de la Convención y de la Constitución subvaloramos los efectos que la aceleración y la ambición del “proceso constituyente” producirían en los pueblos y en los gobiernos de Europa. Y la izquierda favorable a Europa que creyó en el efecto catártico de un “no” se equivocó todavía más, de medio a medio.
Ahora el resultado depende de unas negociaciones forzosamente restringidas, y de la actitud que finalmente tomarán los gobierno “euroescépticos” (Gran Bretaña, Polonia, República Checa). Hay que esperar una salida razonable, sin hacerse muchas ilusiones, y pensar que la partida continúa. El objetivo principal será trabajar, en la nueva situación, sea cual sea, para convencer a cada vez más gente de lo que creemos evidente: que la solución de nuestros problemas presentes y futuros pasa por avanzar hacia más Europa y hacia una Europa mejor, más próxima, más eficaz, más democrática.
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