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    Blair y el poder en “Medialand”

    Publicado por Raimon Obiols | 18 Junio, 2007


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    “¡Lo he hecho!”. En una intervención en la agencia Reuters de Londres, sobre “el reto de la naturaleza cambiante de la comunicación política y los medios”, Tony Blair ha comentado: “He reflexionado mucho, y durante mucho tiempo, sobre si expresar o no mis opiniones, y sé que en muchos ambientes seré condenado por haberlo hecho. Pero creo que alguien tenía que hacerlo. Y lo he hecho”.

    Blair se ha desahogado, acusando los medios de actuar como “bestias salvajes que destrozan la reputación de las personas”.

    El diario “El País” ha escrito que el primer ministro “había lanzado un ataque feroz a la política informativa que siguen los medios de comunicación en los últimos tiempos, con tendencia al sensacionalismo y a ataques a las personalidades expuestas al escrutinio público”. Ha añadido que Blair cargó también “contra los nuevos canales de información, como Internet, donde las noticias se difunden las 24 horas del día y existe, en su opinión, una tendencia a poner más énfasis en el “impacto” que en el “equilibrio”, de manera que se perjudica la perspectiva que la gente tiene de la vida pública”.

    Hay que contextualizar esta intervención de Blair, al menos en dos aspectos. Primero: en el Reino Unido hay una parte importante de la prensa escrita (los llamados “tabloids”) que son verdaderamente terribles, e influyen claramente sobre el resto (sólo hay que ver la evolución en los últimos años de una institución periodística tan venerable como “The Times” para corroborarlo). Si en Italia o España vivimos en un régimen televisivo, en el Reino Unido el régimen “tabloid” es determinante. Segundo: Blair abandona a finales de mes y probablemente este desfogue (“¡Lo he hecho!”) no se habría producido en otras circunstancias.

    La campanada de Blair está suscitando, naturalmente, muchos comentarios. Lluis Foix ha escrito que las responsabilidades tienen que ser compartidas por la política y los medios de comunicación: “Aquello que más inquieta en el periodismo o en la política es cuando los fines se confunden con los medios, cuando el periodismo o la política no tienen inconveniente en recurrir a la mentira, a las trampas, a las medias verdades, al engaño intencionado, con el fin de conseguir un objetivo”. Pero en definitiva, escribe Foix, “el progreso de las naciones ha estado siempre vinculado a la libertad de pensamiento, de prensa, de movimiento de las personas y las ideas. Siempre y cuando, claro está, las noticias que se ponen en circulación puedan soportar la prueba de la veracidad”. Y concluye: “Ni los políticos ni los periodistas podemos dar muchas lecciones al respecto”.

    La prensa británica, en general, ha respondido críticamente a las tomas de posición del primer ministro. Algunos periodistas han indicado que Blair no es la persona más indicada para dar lecciones. Él mismo lo ha reconocido en su “speech”, poniéndose la venda antes de la herida. Desde antes de su acceso al gobierno, Blair y su equipo de asesores y spin-doctors, con Peter Mandelson, Alastair Campbell y Philip Gould al frente, han situado siempre en primer término el ejercicio profesionalizado y muy expeditivo (es lo mínimo que se puede decir) del “spin-doctoring”. Han sido maestros en este oficio. Mandelson no ha dejado de repetir que la comunicación no es una cosa a añadir a la acción de gobierno sino que es la acción de gobierno; que comunicar es gobernar, porque vivimos en la sociedad mediática, vivimos en “Medialand”.

    Todo eso es conocido y casi viejo: se trata de “marcar la agenda” en todo momento, no responder a las críticas y argumentaciones, contraatacar cambiando de tema, producir “impactos” de manera permanente. Giancarlo Bosetti ha publicado hace poco un libro sobre esta temática (“Spin. Trucchi e teleimbrogli della politica”) donde señala con preocupación que el “éxito” de los estrategas de la comunicación política que manipulan la verdad toma el carácter de una verdadera amenaza por el futuro de la democracia.

    Eso no significa, naturalmente, que las cuestiones planteadas por Blair puedan ser despejadas con la salida fácil del “tú también”. Aunque en asuntos de poder y comunicación Blair se sitúa entre la bulimia y el victimismo, tiene razón en plantear la cuestión, y también en la descripción que hace de una situación inquietante de sensacionalismo creciente: “El gris usual de la vida”, dijo Blair, “prácticamente deja de existir. Hoy todo es un triunfo o un desastre. Un problema es una ‘crisis’. Un retraso o una pausa es una política ‘hecha añicos’. Una crítica, ‘un ataque salvaje’”.

    En realidad estamos viviendo una época de implosión del viejo discurso público, producida por la pavorosa rentabilidad a corto plazo de la política de mercado y de la comunicación de mercado. En “Medialand” todo tiene que tener “impacto” y las fronteras entre información, opiniones plurales y entretenimiento se confunden. Que una imputada en el caso “Malaya”, que ha pasado por la prisión y pueda volver allí, sea una cotizada tertuliana en la TV es un caso ilustrativo extremo. Salvando todas las distancias, que en Cataluña el programa “Polònia” (excelente, me doy prisa en decir) sea notoriamente el principal vector de socialización política de la infancia y la primera juventud, es otro wejemplo.

    Estamos viviendo una época de rápida mutación de los instrumentos, los métodos y los propios contenidos de un nuevo discurso público emergente, con el desarrollo de lo que Manuel Castells llama la “comunicación individual de masas”, la convergencia entre los “mass media” y las redes de comunicación horizontales. Está en este campo de juego donde se verificarán las futuras confrontaciones por la democracia y la libertad.

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