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El poder creciente del Parlamento europeo
Publicado por Raimon Obiols | 29 Mayo, 2009
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“Hay una cosa que José Manuel Barroso teme por encima de todo“, escribe hoy el diario francés Le Monde, refiriéndose a la posibilidad de que los nuevos miembros del Parlamento europeo se opongan mayoritariamente a la continuidad del actual presidente de la Comisión.
Los días 18 y 19 de junio, los jefes de gobierno se reunirán y es probable que propongan que Barroso (que es el candidato por el PP europeo) siga en su cargo. Pero será el Parlamento quien tenga que decir la última palabra. En 2004 ya retrasó la elección de Barroso, rehusó a un candidato a comisario de industria, puso condiciones de incompatibilidad muy estrictas a una comisaria holandesa, y rechazó el nombramiento de Rocco Buttiglione a causa de sus declaraciones sobre los homosexuales y las mujeres. Ahora, la fronda contra Barroso (que a menudo ha adoptado posiciones ultraliberales) está aumentando, y se habla de distintos candidatos alternativos.
Todo dependerá del resultado de las elecciones europeas. Si se confirman los pronósticos de las encuestas quedará abierta la vía en un presidente o presidenta de la Comisión de perfil más progresista.
En el Parlamento europeo de la última etapa (2004-2009), a pesar de una mayoría de centro-derecha, se han podido obtener victorias progresistas frente de un Consejo europeo dominado por los gobiernos europeos de la derecha neoliberal. La directiva Bolkenstein sobre los servicios, o el reglamento Reach sobre los productos químicos, fueron modificados profundamente, en un sentido positivo, en su paso por el Parlamento. Éste se opuso también a la propuesta de legislación sobre las 65 horas. Rehusó, asimismo, las iniciativas de la Comisión para liberalizar los servicios portuarios. Ahora, ante la crisis, ha presionado por una respuesta económica coordinada y ha urgido a la Comisión para que acelere los procesos de regulación financiera.
Este incremento de la fuerza del PE se acentuará sustancialmente si finalmente se pone en marcha el Tratado de Lisboa. Entonces el Parlamento europeo (representando los ciudadanos y ciudadanas) decidirá, prácticamente en igualdad con el consejo de los jefes de gobierno, sobre todas las materias legislativas y presupuestarias de la Unión. Elegirá también, por mayoría de sus miembros el presidente de la Comisión, a propuesta del Consejo. Este cambio, aparentemente menor, es importantísimo: ahora el PE lo “aprueba” simplemente por mayoría de los votos expresados.
Este aumento de poder democrático del PE, sin embargo, puede quedar afectado y limitado si la abstención en las elecciones europeas es muy elevada. Es justamente eso lo qué desean los adversarios de la Europa política y de la Europa social.
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