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¿Modelo italiano?
Publicado por Raimon Obiols | 1 Junio, 2007
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Hay un par de cosas que escucho y leo repetidamente, estos días, en Cataluña, y que aparecen relacionadas, en una especie de insalvable contradicción que hace un poco de gracia. La primera es la múltiple queja contra “los partidos”, como si viviéramos en Cataluña en una partidocracia insoportable. La segunda es la evocación de algunos aspectos del modelo italiano (creación del “partito democratico”, primarias, listas abiertas, etc.) como un eventual antídoto contra los daños de la “partidocracia” a la catalana. Nos tendríamos que aclarar un poco.
Si hablamos seriamente de partidocracia tenemos que hablar de Italia. Hace pocos días, el presidente de la patronal Confindustria, Luca Cordero de Montezemolo, hizo un discurso, en presencia de altas autoridades del Estado, en el que afirmó: “La política es la primera empresa del país, con cerca de 180.000 cargos electos. El coste de la representación política en su conjunto es igual a los de Francia, Alemania, el Reino Unido y España sumados. El sistema de partidos cuesta al contribuyente 200 millones de euros al año, contra 73 millones en Francia”. En el Parlamento italiano hay 17 grupos parlamentarios y 23 partidos representados, 17 de los cuáles con menos de un 3% de votos. Un parlamentario italiano gana, grosso modo, tres veces más que un diputado español. El gobierno Prodi tiene 105 ministros y subsecretarios de Estado. Se calcula que circulan por el país 574.215 coches oficiales. Entretanto, ayer había 10.000 taxistas en huelga obstruyendo Roma, y hace unos días Nápoles parecía un infierno, con centenares de toneladas de basuras quemando por las esquinas.
El presidente de la República, Giorgio Napolitano, después de las elecciones parciales de este último fin de semana, ha reclamado de los políticos “un esfuerzo de moralidad y rigor para renovar la políitica”. Massimo D’Alema considera que en Italia hay “una crisis de credibilidad de la política comparable a la que, en los años 90, marcó el final de la Iª República”.
El pasado fin de semana hubo elecciones municipales parciales y 10 millones de italianos fueron llamados a las urnas. Los resultados para “L’Unione” que encabeza Prodi fueron malos, sobre todo en el norte. Prodi, en una entrevista en “La Repubblica”, dijo que eran consecuencia de las divisiones en la coalición gubernamental, y amenazó con dimitir: “¿Como se puede dar una imagen de buen gobierno si los ministros y los aliados de la coalición son los primeros en desclaificar las medidas que adoptas? (…) Sólo basta que se anuncie una iniciativa, y ya aparece alguien en el propio gobierno que se considera autorizado a criticarla para aumentar su visibilidad y la de su partido”. En teoría, la constitución de un nuevo partido, el “Partito democratico”, imaginado por Prodi, tendría que servir para tratar de responder a algunos de estos problemas de la partidocracia italiana. Ya veremos si sale bien la iniciativa. De momento, las dificultades son enormes, y la imagen que se da es puñeteramente negativa. A las declaraciones de Prodi respondió al día siguiente Rutelli, diciendo que había que elegir de manera inmediata al “líder” del Partito Democratico: “El Partito Democratico no es un cuartel y no aceptamos exigencias de nadie. Nos hace falta un líder de verdad, no un portavoz”. Prodi replicó que de ninguna de las maneras: “El líder soy yo”. Fassino trató de poner paz, pero una larga reunión nocturna del “comité promotor” del PD, de 48 miembros (cooptados) acabó sin otro resultado que la decisión de ampliar la cooptación hasta un total de 100 miembros (algunos alcaldes del norte, como Massimo Cacciari, habían quedado fuera de la cúpula y decían que el mal resultado septentrional era debido a este hecho). La cuestión del líder queda para octubre.
Dejemos de hablar del “modelo italiano”, por favor.
Categorias: General, Política catalana, Política europea | 1 Comentario »
Junio 2nd, 2007 at 9:31
Després de tants anys de llegir-te i escoltar-te, encara em sorprenc positivament. Comentari sobre Itàlia, senzillament esplèndid.