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    La crisis y Europa

    Publicado por Raimon Obiols | 2 Marzo, 2009


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    En un periodo muy corto de tiempo, la crisis financiera y económica lo está cambiando todo: la evolución del capitalismo, la percepción del papel del Estado en el gobierno de los mercados, la limitación insalvable de la acción de los gobiernos nacionales en una situación de estrecha interdependencia global, etc. En un marco general de incertidumbre, todo el mundo coincide al menos en una cosa: que esta crisis tendrá implicaciones que van mucho más allá de la propia evolución de los ámbitos financiero y económico.

    En Europa, la crisis empieza a plantear cuestiones fundamentales que afectan al núcleo del proyecto europeo. Los Estados miembros de la UE están ligados entre sí por los Tratados y por un conjunto complejo de procedimientos técnicos. Pero hay también algo más básico: la noción de que los pueblos europeos estamos vinculados a un destino común y somos partes constituyentes de una única entidad política en construcción, en medio hacer. Esta solidaridad de conjunto empieza a ponerse a prueba de una manera que resulta inédita y dramática. Estamos entrando en un periodo que puede calificarse de primera prueba de fuego verdadera del proyecto europeo desde sus inicios, hace más de medio siglo. Somos a la hora de la verdad.

     Las tendencias al repliegue nacional, tanto en las opiniones públicas como en los comportamientos de los gobiernos empiezan a ser evidentes. Si estas tendencias se impusieran, si los vínculos de la solidaridad europea se deshicieran, entonces se producirían tres tipos de consecuencias negativas:

    1. se debilitaría gravemente la eficacia del “sistema Europa” para hacer frente a la crisis financiera y bancaria y para relanzar la economía;
    2. se producirían grietas internas muy difíciles de superar (sobre todo entre los países occidentales y los de la última ampliación en el este), con consecuencias paralizadoras para el proyecto de unidad europea;
    3. y en tercer lugar, se debilitaría el papel internacional de Europa, no solo a la hora de dar una respuesta no coordinada a la crisis económica mundial sino también en el terreno de causas vitales como las iniciativas ambientales, la investigación de la paz, la ayuda al desarrollo y la promoción internacional de la democracia y de los derechos humanos.

    Nos encontramos en una situación que pone a prueba tanto la madurez de las opiniones públicas europeas como la capacidad de liderazgo de las fuerzas políticas y de los gobiernos. Tenemos en frente un cruce que puede llevar a dos escenarios muy diferentes. El escenario negativo consistiría en una combinación de crisis económica-social y de involución neoproteccionista y nacionalista. El escenario positivo consiste en trascender la crisis hacia un relanzamiento de la coordinación económica y de la solidaridad intraeuropeas y de la propia construcción de la Europa política. Nada está escrito sobre este futuro europeo. Navegamos en un periodo de niebla espesa. Pero es evidente que estamos ante un reto de enorme magnitud y que, hoy más que nunca, tenemos que jugar a fondo la carta de la unidad europea.

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