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Campanas electorales
Publicado por Raimon Obiols | 28 Febrero, 2008
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No hay un error en el título de este comentario. No hablo de “campañas electorales” sino de “campanas electorales”. Porque, entre otras cosas, también en las campañas oímos tocar campanas. Las tocan algunos obispos, por ejemplo, organizando manifestaciones y haciendo declaraciones, de las cuales se puede decir lo que escribía Michele Serra, hace unos días, a propósito de la campaña electoral italiana: “debe ser fantástico poder hacer política sin arriesgar los costes (políticos) de una toma de posición electoral. Estar en la pelea manteniéndose fuera de ella. Es el sueño de todo jugador. Pero no es (digámoslo así) el máximo del ‘fair play’ “. Que la jerarquía católica haya censurado el gobierno de Rodríguez Zapatero por su intento de encontrar la paz en Euskadi es, en todo caso, peor que una falta de juego limpio (sobre todo si se tienen en cuenta los precedentes: Aznar haciendo el mismo intento y hablando de “movimiento de liberación nacional” para referirse a ETA, con los obispos callando y alguno de ellos participando, etc.).
Naturalmente, también los propios protagonistas de las campañas tocan en ocasiones la campana. Son campanadas que es mejor que no se hubiesen producido, pero que resuenan de manera indisimulable (en este punto, casi nadie está libre de culpa y yo mismo, habiendo sido candidato electoral, recuerdo perfectamente qué campanas no debería haber tocado).
Espero que no se me tilde de partidista si digo que, en mi opinión, Mariano Rajoy , o quizás sería más exacto hablar de los que le escriben las “chuletas”, baten todo tipo de récords en la campaña actual. Es evidente que ni Rajoy ni sus asesores se excusarán por estas campanadas. Podrían hacerlo sin perder votos, quizás ganando algunos. Pero no lo harán. Dejadme añadir que creo que sería su obligación, al menos a propósito de tres campanadas. La primera es haber acusado repetidamente a ZP de “agredir a las víctimas del terrorismo”. Hay límites que no se pueden transgredir sin caer muy bajo.
La segunda campanada ha sido calificar de “untados” (es decir de comprados, corruptos) a Joan Manuel Serrat y a los otros que han cantado o firmado a favor de las candidaturas socialistas. Serrat ha replicado diciendo que “me preocupa que un tipo que se presenta para presidir el país diga que estoy ‘untado’ por defender ideas diferentes de las suyas. No recuerdo una cosa parecida desde las épocas más tenebrosas de nuestro pasado”. Nada a añadir.
La tercera campanada es literaria. ¿Como se puede escribir y leer delante de millones de personas, sin sonrojarse, el texto final de Rajoy en el pasado debate? No me resisto a reproducirlo: “Quiero que la niña que nace en España tenga una familia, y una vivienda, y unos padres con trabajo. Es lo mínimo que debemos exigirnos para todos. Me esforzaré para que la familia esté atendida y la vivienda se pueda conseguir y para que no falte el trabajo. Quiero que esa niña, nazca donde nazca, reciba una educación que sea tan buena como la mejor, que se pueda pasear por todo el mundo sin complejos, porque sabrá idiomas y tendrá un título profesional que se cotice en todo el mundo”. Quiero que sea un heraldo de la libertad, de la tolerancia y de los derechos humanos, porque habrá crecido en libertad, y no tendrá miedo a las ideas de los demás, y habrá aprendido a respetar a todos los que respetan la ley. Quiero que sienta un hondo orgullo por ser española, por pertenecer a esa nación tan vieja, tan admirable que le habrá ofrecido las mejores oportunidades, pero que habrá sabido ser exigente con ella para convertirla en una mujer madura y responsable”. También esta prosa azucarada y empalagosa, que toma a los ciudadanos por cretinos, está por debajo de los límites exigibles de respeto.
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