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¿Qué piensa China?
Publicado por Raimon Obiols | 20 Febrero, 2008
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Mark Leonard, director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores y autor de un libro optimista sobre Europa (“Why Europe will run the 21st century“, “Porque Europa liderará el siglo XXI“), se ha convertido durante un tiempo en “sinòleg accidental”, ha viajado varias veces a China, ha hablado con mucho chinos del mundo académico e intelectual, y ha escrito un nuevo libro interesante: “What does China think“, “Qué piensa China“.
En su primera visita a la Academia de ciencias sociales de Pekín, Leonard se presentó como cabeza de un “Think-tank” europeo, el Foreign Policy Centre: “Tiene cuatro años de funcionamiento, unas veinte personas en el ‘staff’, publicamos unos veinticinco documentos y organizamos unos cincuenta seminarios cada año”. El vicepresidente de la Academia china, Wang Luolin (nieto del traductor del Das Kapital de Marx al chino) le replicó con una gran cortesía que su institución tenía cincuenta centros de investigación, cubriendo 260 disciplinas y subdisciplinas, y 4.000 investigadores trabajando a tiempo completo (Leonard comenta que, además de la Academia de ciencias sociales, hay en el país una docena de organismos similares).
Las cifras chinas marean. El reto que se ha planteado Leonard en su libro (que he leído con un gran interés pero soy incapaz de valorar, por puro desconocimiento) es tratar de conocer qué pasa en la China de hoy en el terreno de las ideas, de los debates intelectuales y de la competición ideológica con los planteamientos europeos y norteamericanos sobre el siglo XXI. Una de las constataciones que hace el estudioso británico (y que no resulta sorprendente) es que en estos debates hay una “derecha” y una “izquierda”. La “derecha”, en sus versiones más radicales, utilizaría el instrumento autoritario, disciplinado y burocrático del partido comunista chino para hacer posible (y a la vez enmascarar) el más rápido, extenso y ambicioso proceso de “mercadización” y privatización que el mundo ha conocido. Una “nueva izquierda” denunciaría, en cambio, el hecho de que, con citaciones de Marx y de Mao, el “socialismo con características chinas” aquello que hace es pasar de contrabando las ideas de Friedman y de Hayek. Los acontecimientos de la plaza de Tiananmen, en 1989, son interpretados retrospectivamente, desde estas posiciones, de manera bien diferente. Para unos, una movilización democrática y pro-mercado; por los otros, en cambio, se trató de una manifestación de carácter altermunidalista contra los efectos negativos del neoliberalismo, como en Seattle o a Génova.
A estas dos tendencias, Leonard suma los “neo-coms”, “primos de los ‘neo-cons’ norteamericanos”, que querrían “utilizar la modernización militar, la diplomacia cultural y la ley internacional para afirmar el poder de la China en el mundo”.
Son simplificaciones, evidentemente. ¡Si a nuestras pequeñas sociedades las situaciones son complejas, imaginad qué puede llegar a pasar en un país de 1.300 millones de personas! En todo caso, Leonard hace algunas previsiones: “En el futuro, Occidente estará tan interesado en los planes de los ‘neo-coms’ chinos por Asia, como ahora lo está en los de los ‘neo-cons’ norteamericanos sobre el Oriente medio. Bien pronto, la lucha política en el partido comunista chino se verá tan vital como la batalla entre los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos; y los manifestantes delante de Iª Banca Mundial se quejarán del ‘Consenso de Pekín’ como hoy lo hacen del ‘Consenso de Washington’ “.
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