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Debates de frontera
Publicado por Raimon Obiols | 10 Febrero, 2008
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Dos exponentes de los grupos que, dentro del mundo de los (nuevos) movimientos sociales debaten sobre el futuro, Ezequiel Adamovsky e Ines Pereira, han perfilado, en una reciente discusión en Networked Politics, el dilema de la relación entre los nuevos movimientos y las instituciones políticas (partidos incluidos).
Adamovsky dice que “uno de los grandes dilemas que los movimientos tienen que lindar es que no participar en la política electoral puede entregar el poder a la derecha (con consecuencias catastróficas), mientras que la participación generalmente acaba por subvertir los principios originales de los movimientos (con catastróficas consecuencias)”. Ines Pereira señala que “partidos, instituciones y movimientos tienden a ser considerados como entidades separadas, con sus propios modelos, lenguajes, actores y esferas de acción” y se pregunta si eso es verdaderamente efectivo y si no sería mejor una situación en la que partidos e instituciones “aprendieran de los instrumentos y vías de organización del común entre los movimientos sociales”, y estos “fuesen más explícitos y autoconfiados en su papel de actores e interlocutores políticos”.
Alain Touraine tiene razón, me parece, cuando dice que la crisis actual de la izquierda se caracteriza por la coincidencia de dos fenómenos: el retorno de una demanda de política, que se expresa en los nuevos movimientos sociales, y el déficit de estructuras adecuadas por parte de una izquierda política a menudo enclaustrada en viejos esquemas, métodos obsoletos y “modernizaciones” subordinadas al colonialismo narrativo de la ideología neoliberal.
Me parece que, si queremos una política renovada de las izquierdas del siglo XXI, es necesario innovar sobre todo en las relaciones en tres ámbitos: 1) el activismo innovador de los movimientos que aspiran a “otra política”, 2) el sentido común de la gente progresista (las mayorías reformadoras potenciales), y 3) los planteamientos y la práctica política de los partidos de izquierda.
Eso implica la necesidad de debates e iniciativas “de frontera” (como la Convenció pel Futur), sobre la base de la autonomía y el respeto mutuo entre los diversos protagonistas. Los terrenos de frontera son siempre los más fecundos; es en ellos donde surgen las cosas nuevas.
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