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La Manuela del norte
Publicado por Raimon Obiols | 12 Enero, 2008
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Noruega ocupa pocas veces los primeros lugares en las noticias, pero es sin duda el país europeo que está a la vanguardia del progreso social. Es paradójico que no sea miembro de la UE, y probablemente el petróleo (Noruega es exportadora) influye. Sin embargo, en todo caso, eso muestra que la prosperidad y la riqueza de un país no son factores que tengan que oponerse fatalmente a los objetivos de justicia, igualdad y solidaridad.
Hace tres meses, una martiniquesa negra, nacida en Paris, inmigrada a Noruega en 1992, ha sido nombrada ministra de la paridad y de la infancia. Se llama Manuela, como la nuestra de Santa Coloma: Manuela Ramin-Osmundsen, y es abogada y madre de familia. Su ministerio tiene amplias competencias: familia, infancia, consumo, igualdad de género, lucha contra todo tipo de discriminaciones.
La tarea de la Manuela noruega se encuentra hoy, probablemente, en la punta de lanza de la revolución más positiva que está verificándose en nuestros tiempos: la que implica el avance real hacia el objetivo de la igualdad absoluta de género.
“Las sociedades modernas”, dice la ministra, “necesitan utilizar todos los recursos humanos, con sus cualidades personales, de educación y de capacidades, al margen del género. Mujeres y hombres tienen que poder participar en igualdad en la vida laboral, la vida social y la vida familiar. Es una cuestión de democracia y, para decirlo francamente: tendría que ser una cuestión de sentido común”.
La batalla actual de Manuela Ramin y del gobierno socialista noruego es el apostadero en marcha, a partir del día 1 de enero, de una ley que obliga a una cuota del 40% de mujeres en los consejos de administración (al inicio de la implementación de esta política, en 2003, sólo había un 6%).
“La clave, en esta economía de género”, dice a la ministra, “es la redistribución del poder, de las tareas familiares y del trabajo”. Y añade que avanzar en esta dirección topa “con fuertes resistencias”.
Resulta especialmente interesante la argumentación que Manuela Ramin utiliza para dar apoyo a esta lucha por la triple redistribución (de poder, de actividad doméstica y de trabajo). En su concepción no se trata únicamente de un asunto de justicia y de igualdad; es también, fundamentalmente una cuestión de eficacia; es, dice, “la única vía para el desarrollo sostenible en Europa”. Lo argumenta así: ante los retos del siglo XXI, la cosa más inteligente a hacer es utilizar todos los recursos humanos de la sociedad, y no únicamente la mitad. En este sentido, sus declaraciones son de una cierta brutalidad: “La aplicación de cuotas no se dirige a sustituir hombres competentes por mujeres mediocres, sino a reclutar mujeres competentes para sustituir hombres mediocres”.
La idea más fuerte que da apoyo a estos planteamientos es que “la diversidad da a las organizaciones un potencial para la innovación” y que “este potencial sólo puede desarrollarse plenamente cuando la creatividad que surge de los diferentes puntos de vista (que derivan de la capacidad, el género o la etnicidad), es tenida en cuenta a la hora de tomar decisiones y de rendir cuentas”. Es una idea, creo, que toda organización debería hacer suya.
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