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    Sarkozy en Estrasburgo

    Publicado por Raimon Obiols | 14 Noviembre, 2007


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    Es la primera ocasión que he tenido de verlo en directo, sin el filtro siempre sesgado que es la televisión. En este caso, de todas maneras, verlo de cerca me ha confirmado en la impresión que ya tenía. No sabe estarse quieto y, al menos de momento, no tiene la presencia de un hombre de estado. No tiene la “gueule” de presidente, si se prefiere (y no sé si eso hay que ponerlo en el activo o el pasivo del personaje).

    Si Sarkozy esperaba que en el Parlamento europeo sería acogido con una serie de “standing ovations” (aclamaciones en pie), como hace unos días en el Congreso norteamericano, ayer debió quedarse un poco frustrado. Me parecía que esta sensación de frialdad era una impresión personal mía, pero veo que el corresponsal de Líbération, Jean Quatremer, es hoy de la misma opinión: “El discurso solemne de Nicolas Sarkozy” escribe,” leído sin pasión, ha decepcionado singularmente, como si su autor no estuviera realmente convencido por el tema. Los diputados europeos le han reservado una acogida educada, sin más: el presidente fue más aplaudido en el Congreso americano, la semana pasada”. El discurso, que se quería en efecto solemne, fue un poco retórico, incluso teniendo en cuenta que era el discurso de un presidente francés: “Europa no puede ser una máquina, una máquina administrativa, una máquina jurídica, una máquina de dictar normas, reglamentos, directivas, una máquina de fabricar apremios, reglas, procedimientos. No puede ser tenida al margen de la vida, al margen de los sentimientos y de las pasiones humanas. Europa sólo es una realidad, Europa sólo tiene la posibilidad de existir plenamente si para millones de hombres y mujeres es una cosa viva, que habla a su corazón, que es una esperanza de una vida, de un mundo mejor, si es un gran ideal, una gran promesa”. Está bien, pero podría dacirse sin tanta gesticulación verbal.

    En Estrasburgo, en definitiva, no ha habido el entusiasmo que hubo en Washington, es lo menos que se puede decir, aunque aquí muchos le reconocen al presidente francés el mérito de haber salvado in extremis los muebles del nuevo Tratado europeo. La tesis que defiende Sarkozy es que su victoria en las presidenciales le permite no convocar un nuevo referéndum a Francia: «He sido autorizado por el pueblo a hacer ratificar el tratado al parlamento sin pasar por el referéndum».

    Sobre la Unión mediterránea introdujo algunas matizaciones: nadie quedaría excluido (en contra de los planteamientos iniciales, que preveían sólo la presencia de los países ribereños), y se tendría que sumar al proceso de Barcelona, que es necesario pero no suficiente. En cambio, ni una palabra sobre Turquía. Pero después, a puerta cerrada con los presidentes de los grupos políticos, parece que contó lo que le había dicho al primer ministro turco: “Durante cuarenta años os han dicho que sí pensando que no. Yo pienso que no y digo que no”. Después, haciendo un paralelismo con los matrimonios que acaban en divorcio (pensando sin duda en Cecília) añadió riendo: “Sé de qué os hablo”.

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